domingo, 3 de enero de 2010

ENTREVISTA AL P. JUSTO ANTONIO LOFEUDO SOBRE LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA

¿Qué es la adoración Eucarística?
Es adorar a Dios presente en la Eucaristía. Veamos: Jesucristo, al comer la Pascua judía con los suyos, aquella noche en la que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, dando gracias bendijo al Padre y lo pasó a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed todos de él, esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros”, al final de la cena, tomó el cáliz de vino, volvió a dar gracias y a bendecir al Padre y pasándolo a los discípulos dijo: “Tomad y bebed todos de él, este es el cáliz de mi sangre. Sangre de la Alianza Nueva y Eterna que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados.” Conviene repetirlo, dijo sobre el pan: “Esto es mi cuerpo”, y sobre el vino: “Esta es mi sangre”. Pero, no sólo eso, agrego también: “Haced esto en conmemoración mía”. Les dio el mandato, “haced esto”, el mandato de hacer lo mismo, de repetir el gesto y las palabras sacramentales. Nacía así la Eucaristía y el sacerdocio ministerial. Cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras consagratorias es Jesucristo quien lo ha hecho y se hace presente su cuerpo y su sangre, su Persona Divina. Porque Jesucristo es Dios verdadero y hombre verdadero. Siendo Jesucristo Dios y estando presente en la Eucaristía, entonces se le debe adoración. En la Eucaristía estamos adorando a Dios en Jesucristo, y Dios es Uno y Trino, porque en Dios no hay divisiones. Jesucristo es Uno con el Padre y el Espíritu Santo y, como enseña el Concilio de Trento, está verdaderamente, realmente, substancialmente presente en la Eucaristía.

2) ¿Es necesario adorar?
Ciertamente que es necesario adorar. El Santo Padre Benedicto XVI nos recordaba que la adoración no es un lujo sino una prioridad. Es la respuesta connatural del hombre ante Dios, de la creatura inteligente ante su Creador. Los hombres y los ángeles deben adorar a Dios. En el cielo todos, las almas bienaventuradas de los santos y los santos ángeles adoran a Dios. Cada vez que adoramos nos unimos al cielo y tenemos nuestro pequeño cielo en la tierra.
La adoración es el único culto debido solamente a Dios. Cuando Satanás pretendió tentarlo a Jesús en el desierto le ofreció todos los reinos, todo el poder de este mundo si él lo adoraba. Satanás, en su soberbia de locura, pretende la adoración debida a Dios. Jesús le respondió con la Escritura: “Sólo a Dios adorarás y a Él rendirás culto”.
El culto eucarístico siempre es de adoración. Quiero decir que la comunión sacramental implica necesariamente la adoración. Esto lo recuerda el Santo Padre Benedicto XVI en Sacramentum Caritatis cuando cita a san Agustín: “nadie coma de esta carne sin antes adorarla…pecaríamos si no la adoráramos” (SC 66). En otro sentido, la adoración también es comunión, no sacramental pero sí espiritual. Si la comunión sacramental es ante todo un encuentro con la Persona de mi Salvador y Creador, la adoración eucarística es una prolongación de ese encuentro. Adorar es una forma sublime de permanecer en el amor del Señor.
Quien adora da testimonio de amor, del amor recibido y de amor correspondido, y además da testimonio de su fe. De nada vale decir: “yo creo en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía si luego no lo rindo culto de adoración, si no lo reverencio, si no me inclino ni me hinco y hasta diría me postro ante su presencia.
Todo cristiano debe adorar a Jesucristo. Mira bien lo que digo: todo cristiano, no digo todo católico sino todo cristiano. ¿Por qué? Porque adorando a Cristo está dando testimonio de su fe que Cristo es Dios. Los católicos deben adorar el Santísimo Sacramento porque así también dan testimonio no sólo que Cristo es Dios sino de su verdadera, real, substancial presencia eucarística. Dan testimonio del tesoro más grande que tiene la Iglesia, el don de Dios mismo, el don que hace el Padre del Hijo, el don de Cristo de sí mismo, el don que viene por el Espíritu: la Eucaristía.

3) ¿Cuáles son los frutos?
Ante todo el de llegar a la intimidad con el Señor y el de ahondar tal intimidad. Para ningún adorador Jesús es un extraño. Luego, el de vivir más intensamente, participando más, las celebraciones eucarísticas, También la de encontrar paz, una paz desconocida para el mundo. Son muchísimos los testimonios en ese sentido. Personas que nunca pisaron una iglesia y que de pronto por alguna circunstancia o porque el Señor las atrajo entraron a la capilla de adoración y encontraron la paz para ellos desconocida, la que sólo puede dar el Señor. Pienso en dos testimonios bien precisos: Uno, hace ya unos cinco años atrás en México. Una adoradora se había ausentado durante mes y medio, por vacaciones, y dejó en su reemplazo a un cuñado suyo que jamás pisaba una iglesia y tenía aversión a los curas. Pues, este hombre fue para hacerle un favor. Cuando la señora regresó de sus vacaciones el cuñado se apuntó como adorador diciendo: “esta paz que encontré aquí nunca antes en mi vida la había conocido”. Hace un par de días me llegó otro testimonio, éste de Prato, en Italia. Una señora de nombre Maria Grazia dejó escrito: “Hace más de 10 años que no piso una iglesia. Si alguna vez fui fue en visitas de arte. Aún no sé porqué pero hoy entré en esta capilla (la de adoración perpetua) y siento una paz que no quiero perder”. Evidentemente, sin esta persona saberlo, ha sido atraída por el Señor y estoy seguro que comenzará un camino de conversión. Como este caso hay muchísimos. Frutos de conversión, frutos de salvación, frutos de sanación de viejas heridas, de perdón, de reconciliación. Ahora mismo hay una pareja que habían iniciado el divorcio y están yendo juntos a la adoración. También hay vocaciones religiosas y a la vida familiar. Conozco dos casos de personas que habían decidido suicidarse y que por la capilla, sintiéndose atraídas por la presencia silenciosa del Señor han encontrado al Salvador que las ha rescatado de la muerte. Ahora que los demonios andan sueltos puedo asegurar que no hay mejor exorcismo para una ciudad, para un lugar, que tener la adoración perpetua.
Bueno, no puedo evitar de hablar de la adoración perpetua porque voy al caso máximo que es cuando el Señor es adorado día y noche sin interrupción. Por eso, a ustedes, a todos los que tienen felizmente una capilla, un oratorio, un lugar dónde adorar, les recomiendo que intensifiquen también el tiempo de adoración.

4) ¿Qué se debe hacer mientras se está en adoración Eucarística?
Ser conscientes de quién está delante de nosotros. Esto es lo esencial. Muchas veces en las capillas hay subsidios,.es decir ayudas para la meditación, libros de espiritualidad. En esto conviene recordar la recomendación de san Pedro Julián Eymard: el Señor aprecia mucho más nuestras pobres palabras y pensamientos que los mejores dichos o escritos por otros. Es importante acostumbrarse al silencio y establecer un diálogo con el Señor. Contarle lo que nos aqueja, interceder por las personas que han pedido oración o que a nosotros nos preocupan, pero, por sobre todo, contarle cuánto lo amamos. Él sabe de nuestras miserias y se lo podemos decir pero también que, pese a esas miserias, lo amamos. Pidamos que aumente nuestro amor, nuestra fe, nuestra esperanza, nuestra adoración. Hagamos luego silencio. Claro, no es fácil el silencio porque llevamos mucho rumor interior. Pero, a adorar se aprende adorando y el silencio interior en algún momento se logrará. Hay que dejarse amar y abrazar por el Señor en cada momento de adoración. Eso es entrar en su intimidad. Una recomendación también beneficiosa es leer algún pasaje del Evangelio, siendo conscientes que el Señor del cual habla el Evangelio está delante de nosotros. Nunca disociar la presencia del Señor en el Santísimo con la lectura que hagamos ni con el Rosario –que es otra de las cosas que se puede hacer durante la adoración- que recemos. Que no esté la persona por un lado con su oración y el Señor allá solo por el otro. Terminemos, recomienda también san Pedro Julián Eymard, con otro acto de amor.
Volviendo al Evangelio, es muy recomendable la Lectio Divina, que es orar con la Palabra de Dios. Para entender y de modo muy resumido, qué es, es tomar un pasaje, por ejemplo del Evangelio, que pueda ser escogido de antemano o bien el que salga, y ver qué dice ese pasaje usando inclusive la imaginación para situarse en el contexto del relato. Luego, ver qué me dice, qué resonancia hay en mí, qué eco tiene esa Palabra, qué me ha tocado del pasaje, en qué me siento interpelado, y, finalmente luego de rumiarlo viene lo que brota desde mi interior, es decir qué respondo yo en oración.
Por último, hay veces que nos sentimos muy cansados o muy contrariados por lo que nos ha tocado vivir, o que estamos particularmente probados. En esos casos o no se hace nada, simplemente se deja uno estar y que la presencia del Señor lo toque o bien se puede rezar con los salmos apropiados a la situación que se está viviendo.

5) ¿Si Dios está en todas partes por qué tengo que ir a un lugar específico para adorarlo?
Dios está en todas partes pero no de la misma manera. Hay una presencia de Dios por inmensidad, hay una presencia de Dios por inhabitación, cuando la persona está en estado de gracia, pero hay una presencia particular, única y es en la que Él decidió permanecer con los suyos antes de partir y esta es la Eucaristía. Es el legado de amor que nos dejó y la forma que sólo Dios podría haber concebido: la más humilde, silenciosa y vulnerable: la del pan eucarístico. Fue el modo de cumplir con su promesa: “Estaré con vosotros hasta el fin del mundo”.

6) ¿Por qué tengo que firmar el libro de los adoradores si el Señor ve en lo secreto?
Por una cuestión de disciplina interna. Justamente como ve en lo secreto Él sabe si soy manso y humilde de corazón, como Él lo es y quiere que seamos, o si soy orgulloso o hasta soberbio y quiero yo dictar mis propias leyes. Negarse a firmar un libro me parece un acto de rebelión, de orgullo malsano, porque impide a los coordinadores saber si la hora ha sido o no cubierta, es decir si el Señor ha quedado o no solo. Fíjate contra quién va, en última instancia, el negarse a firmar: contra el mismo Señor que ve en lo secreto. Debemos aprender a madurar como cristianos y a no temerle que haya reglas cuando éstas son necesarias para la buena marcha y para la custodia de la capilla.

7) ¿Los divorciados pueden adorar?
Imagino que te refieres a los divorciados y que conviven con otra persona y que lo preguntas porque en ese caso no pueden acceder a la comunión sacramental. No sólo pueden sino que para ellos es la forma mejor de comunión espiritual que puedan tener. Qué mejor que estar con el Señor que tanto los ama y no quiere que se aparten de Él. No olvidemos nunca que la Iglesia es Madre y que los hombres podemos equivocarnos en la vida pero siempre la Iglesia, que es de Cristo, tiene los brazos abiertos para todos. Si bien los divorciados y vueltos a casar, no pueden acceder a la comunión sacramental sí pueden -y deben hacerlo- gozar de la comunión espiritual que, como dije al principio, implica la adoración eucarística.

8) Algunas personas dicen que ellos adoran cuando quieren y no desean asumir el compromiso de tener un horario fijo. ¿Cuál sería la razón por la cual hay que inscribirse?
Muy sencillo. Si todos pensaran así no habría ninguna posibilidad de tener al Santísimo expuesto, es decir no habría adoración, porque a menos que estemos seguros que habrá al menos una persona frente al Señor –esa persona es el custodio de la Eucaristía, su guardián- no podemos abrir la capilla.

9) A veces, cuando invitamos a algún hermano a formar parte de la adoración Eucarística nos responde que ya pertenece a otro grupo parroquial o que es catequista. ¿Qué le responderías?
Que la adoración es para todos. Que la Eucaristía es el Sacramento de Unidad y nada mejor que estén adorando en torno a Ella todos las realidades eclesiales, todas las comunidades y grupos. La adoración eucarística es la ocasión de comunión de fe que tienen esas diferentes realidades y actividades. Más aún, es la oportunidad de conformar una fraternidad eucarística. Mira, Graciela, la parroquia no es un centro de actividades, por más que haya actividades de distinto tipo, no es tampoco un centro de obras de misericordia por más que tenga Caritas u otras funciones que apunten a eso, no es un centro deportivo ni un club por más que los chicos practiquen deportes o tenga oratorio, sí abarca todo lo que digo y más, pero una parroquia es fundamentalmente una comunidad eucarística. Si no hay Eucaristía no hay nada, no hay Iglesia, no hay nada. Y habiendo eucaristía debe haber culto, debe haber adoración.
Yo les diría, quizás crudamente, no se trata de buscar excusas para no adorar, más bien que hagan la experiencia de la adoración porque “eso es lo único necesario que no les será quitado” como le dijo el Señor a Marta, la hermana de Lázaro.

10) ¿Por qué la adoración Eucarística es silenciosa?
Por una muy simple razón: porque es el encuentro entre el adorador y el Señor y no se puede interferir en esa intimidad. Porque yo no puedo imponer a otro lo que se me ocurre a mí hacer. Cada uno, en el silencio de su corazón se relaciona con el Señor como quiere, en la libertad de hijos de Dios, o como se lo dicta el Espíritu. Uno podrá estar rezando en silencio el Rosario mientras otros estén dialogando con el Señor u otro goce en ese silencio de la Presencia Divina sin mediar palabra mental ni nada. No hay que tenerle miedo al silencio. El silencio es necesario al espíritu. Debemos desintoxicarnos de tanto ruido y procurar el silencio interior. Sin silencio no puede haber contemplación y hay que llegar a ese grado de oración.

11) ¿Cuántas capillas de adoración perpetua has abierto hasta ahora, en qué lugares y cuántos adoradores están inscriptos?
No llevo la cuenta. Muchas, pero nunca las suficientes. En Europa, tuve la gracia de abrir varias en Italia, en distintas regiones del norte y centro; en España todas las que hay allí menos una que ya estaba; la primera en Rumania; también en México y he participado en misión en Suiza. En algunos lugares, cuando el Obispo pide para la ciudad, por tanto es proyecto de la ciudad -y debo ir a varias parroquias para predicar y recoger adhesiones- los inscriptos suelen ser alrededor de 600 a 700 y en algún caso aún más. Cuando es un proyecto parroquial, en Europa son alrededor de 400 aunque hubo casos de menos. En cambio en México en parroquias reuníamos 700 u 800, ¡en una sola parroquia!
Algo que pocos imaginan es que de las 2600 capillas de adoración perpetua que hay en el mundo casi la mitad están en los Estados Unidos. En una ciudad, San Antonio, Tejas, hay 100 capillas de adoración perpetua.
El tema no es sólo cuantitativo, cuántas hay y cuántos adoradores hay, sino también cualitativo. Hay adoración perpetua en países que no son ni siquiera cristianos. Un hermano de comunidad acaba de abrir una capilla de adoración perpetua en Basora, Irak, y otra en Malula, Siria. En Malula aún hoy hablan el arameo que hablaba Jesús. Otro hermano abrió dos capillas en China. Hace poco me tocó a mí la gracia de ayudar a abrir una en un hospital, es la única en un hospital en Italia, está en Reggio Emilia, es la capilla del Arcispedale de Reggio Emilia. También de allí me ha llegado un testimonio conmovedor.
Todo esto nos hace ver de cerca, nos vuelve testigos privilegiados, de la gracia de Dios. Hay casos humanamente imposibles, como el de una pequeña parroquia en zona rural de la Toscana, en Italia, donde además es alto el índice de ateos. Sin embargo, allí hay desde hace unos meses adoración perpetua. Yo llegué a creer que no sería posible y sin embargo, el Señor nos demostró que sí. Cuando encuentro detractores, personas que se oponen, que dicen que es imposible les respondo con las mismas palabras que el Señor le dijo a la samaritana: “Si tú conocieras el don de Dios!”
Además, volviendo un poco a una pregunta que me hacías sobre los que alegan que ya tienen otras actividades (como si la adoración fuera una actividad más. Es la actividad por antonomasia!) no se puede desechar el ofrecimiento del Señor, hay que acoger el don y el don único es su presencia única que nos trae la paz y la unidad y nos colma con sus bendiciones y gracias y nos protege del mal. .La Eucaristía es sacramento de unidad. Dos ejemplos, es decir dos testimonios: uno me tocó a mí, en Timisoara. Allí hay hoy greco católicos, latino católicos y ortodoxos que adoran juntos a su mismo Señor. Lo que los hombres empeñados en el ecumenismo no logramos el Señor lo ha hecho. Es un milagro patente. El otro ha sido en China, donde están adorando al Señor fieles de la llamada Iglesia patriótica, que es la oficial, y de la Iglesia oculta, del silencio, que es la que responde a Roma.

12) ¿Qué consejos nos brindarías a cada uno de nosotros para ser esos buenos adoradores, como desea el SEÑOR, en Espíritu y Verdad?
Para adorar al Santo hay que ser santo, hay que hacer un camino de santidad. No tenemos que temer a la palabra santidad. La santidad es camino de perfección en el amor, santidad es unión con Cristo. No se puede contemplar a Dios con los ojos contaminados por el mundo. No es posible alabarlo y hablar con Él con los mismos labios que profieren palabrotas, que mienten, que murmuran a daño de los otros, que difaman o que calumnian. No se puede escuchar a Dios con el oído que se complace en escuchar murmuraciones, historias sucias, palabras que ofenden a Dios. Porque los ojos deben ser claros, reflejo de un alma limpia y de un corazón puro. Los labios deben bendecir aún a aquellos que nos maldicen. El oído debe estar atento a la Palabra y al llamado del Rey y Señor nuestro. Por eso, mismo, en la adoración debemos buscar y pedir la purificación de nuestros ojos para que sólo lo miren a Él y miren a los demás con su mirada. Para que nuestras miradas no se distraigan por las cosas del mundo y, menos aún, se enturbien en la impureza. Que el Señor purifique nuestros labios, nuestra boca, como purificó la boca de su profeta, para que hable con Él y de Él. Que el Señor purifique nuestro oído para poder escucharlo cuando nos llama aunque el ruido del mundo quiera cancelar su voz.
Pedirle en cada hora santa de adoración que purifique nuestro corazón para acudir con prontitud a su llamado y para que sea manso y humilde como Él lo es, para que sepamos amar como Él quiere que amemos. Que en cada hora santa nos purifique, también, para arder en su Divino Amor y podamos llevar ese fuego adonde vayamos.
No somos santos, tenemos nuestras miserias. Cuanto más nos acercamos al Señor, en cada adoración, más pecadores nos descubrimos. El Señor es la Luz y si estamos alejados de Él, nos ocurre como quien está lejos de la luz: no ve sus manchas. Le basta aproximarse para descubrir las manchas y su necesidad de estar limpio. No temamos en acercarnos, si vamos con corazón sincero hacia el Señor, hacia su presencia eucarística, Jesús nos santificará y seremos esos adoradores que busca el Padre, en espíritu y verdad.


11) COMENTARIOS: .Para concluir diría que no olvidemos la dimensión de reparación que debe significar la adoración. No en vano el Ángel de Fátima, cuando se le apareció a los pastorcitos, les enseñó a reparar y a interceder por los pobres pecadores ante el Santísimo Sacramento. Cada día hay más razones y casos para reparar las ofensas que se cometen contra la majestad de Dios, porque cada día aumenta más la apostasía. Por medio de la adoración debemos reparar por nuestros propios pecados y reparar por los pecados del mundo.

P. Justo Antonio Lofeudo MSLBS es Misionero de la Sociedad Misionera de Ntra Sra del Santísimo Sacramento fundada por el P. Martín Lucia cuyo carisma es abrir por el mundo entero el mayor número posible de Capillas de Adoración Eucarística Perpetua. (AEP)

Pueden visitar su página: www.mensajerosdelareinadelapaz.org

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