
«Doy las gracias a usted... por su bondad y todas las atenciones que tuvo conmigo; en las próximas Navidades no dejaré de pedir a Dios Nuestro Señor que derrame sobre usted sus bendiciones, le dé salud y prosperidad en sus asuntos temporales, y sobre todo le conceda después la eterna bienaventuranza en el Cielo”. Tened por cierto, hijos míos, que estas palabras causan siempre buena impresión en quien las recibe, porque dicen: -«Mira cómo éste, no sabiendo hacer por mí, me desea de corazón todo lo que más puedo y debo desear...En estas fiestas estemos alegres en hora buena; saltad, reíd, pero pensad también en el gran misterio que se está realizando: “Un Dios que se hace hombre!... Es preciso, no cabe duda, que nuestra alma sea algo muy grande cuando los Cielos y la tierra se conmueven, y todo un Dios viene a hacerse niño precisamente por mí», debe decir cada uno de nosotros. No nos pese, pues, hacer alguna pequeña mortificación por El...”
No hay comentarios:
Publicar un comentario