jueves, 24 de diciembre de 2009

NO HAY NAVIDAD SIN JESÚS



"os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo, el Señor"
San lucas 2 1-20
1 Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo.
2 Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino.
3 Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
4 Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David,
5 para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
6 Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento,
7 y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.
8 Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño.
9 Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.
10 El ángel les dijo: "No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo:
11 os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor;
12 y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre."
13 Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
14 "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace."
15 Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: "Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado."
16 Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño;
18 y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían.
19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.
20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
¡¡¡NO HAY NAVIDAD SIN JESÚS!!!
¡¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

DON BOSCO Y LA NAVIDAD

Con ocasión de las Navidades de 1872, el 20 de diciembre Don Bosco recomendaba escribir a los padres y bienhechores de los chicos del Oratorio. “Es mi intención y mi deseo que lo hagáis. »Tuvisteis vacación el jueves? (Gritos espontáneos de: ísí! y íno!). Pues bien, mañana sábado, no se dé trabajo para el domingo en aquellas clases, en las que todavía no hubo vacación; dése en su lugar como deber de clase esta carta y los profesores hagan un esbozo de la misma. En la carta a los bienhechores no dejéis de poner estas precisas palabras:

«Doy las gracias a usted... por su bondad y todas las atenciones que tuvo conmigo; en las próximas Navidades no dejaré de pedir a Dios Nuestro Señor que derrame sobre usted sus bendiciones, le dé salud y prosperidad en sus asuntos temporales, y sobre todo le conceda después la eterna bienaventuranza en el Cielo”. Tened por cierto, hijos míos, que estas palabras causan siempre buena impresión en quien las recibe, porque dicen: -«Mira cómo éste, no sabiendo hacer por mí, me desea de corazón todo lo que más puedo y debo desear...En estas fiestas estemos alegres en hora buena; saltad, reíd, pero pensad también en el gran misterio que se está realizando: “Un Dios que se hace hombre!... Es preciso, no cabe duda, que nuestra alma sea algo muy grande cuando los Cielos y la tierra se conmueven, y todo un Dios viene a hacerse niño precisamente por mí», debe decir cada uno de nosotros. No nos pese, pues, hacer alguna pequeña mortificación por El...”

martes, 15 de diciembre de 2009

CONFESIÓN, CARICIA DEL PERDON DE DIOS

Acercándonos al encuentro con Jesús Redentor en Navidad, es asunto de fuerte responsabilidad peguntarnos: ¿estoy yo preparado para encontrarme con Cristo Salvador?
El Papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica “Reconciliación y Penitencia” nos dice: “Es necesario hacer a los fieles una catequesis lo más esmerada posible acerca del Sacramento de la Penitencia”.
Y nos enseña el Mismo Papa:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lc 15, 21).
Mientras el hombre no se reconozca pecador, no irá a la Confesión. Somos pecadores. No perder nunca la conciencia del pecado. Nadie se acercará a la Confesión si primero no se reconoce pecador. Es la experiencia ejemplar de David, quien, después de haber hecho lo que al Señor le parece mal, al ser reprendido por el profeta Natán, exclama: “Yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces” (Sal 50, 5ss).
También fue así la experiencia del hijo pródigo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lc 15, 21).
Por eso, para un cristiano no hay otro medio ordinario para recibir el perdón de los pecados que a través del Sacramento de la Confesión, que ofrece la Iglesia con tanto amor y generosidad.
Después de reconocerse pecador, el hombre debe acercarse al Dios de la misericordia, con humildad, sinceridad, arrepentimiento, que le perdonará a través del ministerio de la Iglesia.
Cristo ha confiado a la Iglesia el ministerio de la reconciliación. Es un servicio que debe hacer la Iglesia
El sacerdote Confesor actúa “in persona Christi”, en la persona de Cristo. Cristo, a quien el Sacerdote Confesor hace presente, y que por su medio realiza el ministerio del perdón de lo pecados, es el que aparece como “hermano” del hombre, pontífice misericordioso, fiel y compasivo pastor, decidido a buscar la oveja perdida, médico que cura y conforta, maestro único que enseña la verdad e indica los caminos de Dios, juez de los vivos y de los muertos, que juzgan según la verdad y no según las apariencias.
Con la Confesión, el pecador se reconcilia con el Padre, se reintegra a la Comunión Eclesial con los hermanos que había roto con el pecado, recobra la paz consigo mismo, y escucha del Confesor “firme, alentador y amigable”: “Anda, y en adelante no peques más”.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

HOMILIA DEL PAPA BENEDICTO XVI SOBRE EL ADVIENTO

Adviento, quiere decir: “venida”, en latín adventus, de donde viene el término Adviento.

Reflexionemos brevemente sobre el significado de esta palabra, que puede traducirse como “presencia”, “llegada”, “venida”. En el lenguaje del mundo antiguo era un término técnico utilizado para indicar la llegada de un funcionario, la visita del rey o del emperador a una provincia. Pero podía indicar también la venida de la divinidad, que sale de su ocultación para manifestarse con poder, o que es celebrada presente en el culto.
Los cristianos adoptaron la palabra “adviento” para expresar su relación con Jesucristo: Jesús es el Rey, que ha entrado en esta pobre “provincia” llamada tierra para visitarnos a todos; hace participar en la fiesta de su adviento a cuantos creen en Él, a cuantos creen en su presencia en la asamblea litúrgica. Con la palabra adventus se pretendía sustancialmente decir: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no lo podemos ver y tocar como sucede con las realidades sensibles, Él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras.
El significado de la expresión “adviento” comprende por tanto también el de visitatio, que quiere decir simple y propiamente "visita"; en este caso se trata de una visita de Dios: Él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí. Todos tenemos experiencia, en la existencia cotidiana, de tener poco tiempo para el Señor y poco tiempo también para nosotros. Se acaba por estar absorbidos por el “hacer”.
¿Acaso no es cierto que a menudo la actividad quien nos posee, la sociedad con sus múltiples intereses la que monopoliza nuestra atención?
¿Acaso no es cierto que dedicamos mucho tiempo a la diversión y a ocios de diverso tipo? A veces las cosas nos “atrapan”.
El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que estamos empezando, nos invita a detenernos en silencio para captar una presencia. Es una invitación a comprender que cada acontecimiento de la jornada es un gesto que Dios nos dirige, signo de la atención que tiene por cada uno de nosotros. ¡Cuántas veces Dios nos hace percibir algo de su amor! ¡Tener, por así decir, un “diario interior” de este amor sería una tarea bonita y saludable para nuestra vida! El Adviento nos invita y nos estimula a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia ¿no debería ayudarnos a ver el mundo con ojos diversos? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como "visita", como un modo en que Él puede venir a nosotros y sernos cercano, en cada situación?
Otro elemento fundamental del Adviento es la espera, espera que es al mismo tiempo esperanza. El Adviento nos empuja a entender el sentido del tiempo y de la historia como "kairós", como ocasión favorable para nuestra salvación. Jesús ilustró esta realidad misteriosa en muchas parábolas: en la narración de los siervos invitados a esperar la vuelta del amo; en la parábola de las vírgenes que esperan al esposo; o en aquellas de la siembre y de la cosecha. El hombre, en su vida, está en constante espera: cuando es niño quiere crecer, de adulto tiende a la realización y al éxito, avanzando en la edad, aspira al merecido descanso. Pero llega el tiempo en el que descubre que ha esperado demasiado poco si, más allá de la profesión o de la posición social, no le queda nada más que esperar.

La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente en el transcurso de nuestra vida, nos acompaña y un día secará también nuestras lágrimas. Un día no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el Reino de Dios, Reino de justicia y de paz.
Pero hay formas muy distintas de esperar. Si el tiempo no está lleno por un presente dotado de sentido, la espera corre el riesgo de convertirse en insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el presente queda vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grave, porque el futuro es totalmente incierto. Cuando en cambio el tiempo está dotado de sentido y percibimos en cada instante algo específico y valioso, entonces la alegría de la espera hace el presente más precioso.

Queridos hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente donde ya nos alcanzan los dones del Señor, vivamoslo proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza. El Adviento cristiano se convierte de esta forma en ocasión para volver a despertar en nosotros el verdadero sentido de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado por largos siglos y nacido en la pobreza de Belén.
Viniendo entre nosotros, nos ha traído y continua ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación. Presente entre nosotros, nos habla de múltiples modos: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en los acontecimientos de la vida cotidiana, en toda la creación, que cambia de aspecto según si detrás de ella está Él o si está ofuscada por la niebla de un origen incierto y de un incierto futuro.
A nuestra vez, podemos dirigirle la palabra, presentarle los sufrimientos que nos afligen, la impaciencia, las preguntas que nos brotan del corazón. ¡Estamos seguros de que nos escucha siempre! Y si Jesús está presente, no existe ningún tiempo privado de sentido y vacío. Si Él está presente, podemos seguir esperando también cuando los demás no pueden asegurarnos más apoyo, aún cuando el presente es agotador.
Queridos amigos, el Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, de modo particular, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede borrar. La alegría por el hecho de que Dios se ha hecho niño. Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos anima a caminar confiados. Modelo y sostén de este íntimo gozo es la Virgen María, por medio de la cual nos ha sido dado el Niño Jesús. Que Ella, fiel discípula de su Hijo, nos obtenga la gracia de vivir este tiempo litúrgico vigilantes y diligentes en la espera. Amén.

Fragmento de la Homilía pronunciada por el Papa Benedicto XVI el sábado 29 de noviembre 2009 durante la celebración de las Primeras Vísperas del I Domingo de Adviento
FUENTE: CATHOLIC-NET

martes, 8 de diciembre de 2009

INMACULADA CONCEPCIÓN

LA CONCEPCIÓN INMACULADA DE MARÍA
Solemnidad: 8 de Diciembre

El dogma proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.

"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)

sábado, 5 de diciembre de 2009

ORACIÓN PARA IMPLORAR FAVORES POR INTERCESIÓN DEL SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II


ORACIÓN PARA IMPLORAR FAVORES POR INTERCESIÓN DEL SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II

Oh Trinidad Santa,
Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II
y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de
la cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor.

Él, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal
intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen
Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana
ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.

Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que
imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de
tus santos. Amén.

sábado, 14 de noviembre de 2009

¿A QUÉ CAMINO TE HA LLAMADO DIOS?


¿A QUÉ CAMINO TE HA LLAMADO DIOS?

Ya conoces el plan de Dios sobre la creación: todos los seres, cada ser en particular tiene su misión propia. La misión del hombre no les es impuesta por fuerza, sino que ha sido entregada a su libertad. ¡Privilegio sublime que constituye la grandeza inconmensurable del hombre!
A tu elección se ofrecen varios caminos. Terminas tus estudios: ante ti se abre la universidad con sus múltiples carreras; el Ejército y la Marina; el Campo, la Industria, el Comercio, un Empleo, un Sitio de obrero; la Literatura y el Arte. Se abren ante ti igualmente perspectivas más amplias que las carreras mismas, lo que podríamos llamar estados de vida: la vida Religiosa, el Sacerdocio, el Matrimonio. Dentro de estas maneras de vida hay enfoques especiales que te atraerán particularmente: la Política, la Acción Social, la Contemplación artística, la Vida de Oración, el Estudio de las Sagradas Escrituras, la Acción Católica. Sentirás quizás una fuerte atracción por la vida social; las fiestas, bailes, diversiones te seducen fuertemente... Los deportes, quizás un deporte especial, el football te atrae irresistiblemente. Todas estas solicitaciones estarán frente a ti y otras mil más, al iniciar tu vida en forma más personal e independiente.
¿A cuál de estos caminos te ha llamado Dios? No ha dejado a tu capricho que seas lo que quieras. Tú tienes vocación para algo, ¿para qué? ¿Cuál va a ser el fin de tu vida? Para el Sacerdocio, como para la Marina, para el Deporte, para la Música, para la Sociología, para la Política, para la Acción Católica, etc hay una verdadera vocación, ¿Cómo conocer la tuya?
¿Qué criterio me permitirá discernir el llamamiento divino? ¿El atractivo que en mí ejercen, el agrado, quizás la felicidad que me ofrecen? Esos criterios tan incompletos no pueden ser la norma para un ser racional y menos para un cristiano.
El milagro es milagro porque acontece muy raras veces en la vida; no hay, pues, que esperarlo en un problema cotidiano que han de resolver todos los hombres, tanto más cuanto que el mismo Creador nos ha dejado herramientas plenamente eficaces para descubrir por vías ordinarias nuestro camino en la vida.
Nuestra razón, que es participación de la mente divina, nos da a conocer las realidades más fundamentales en que el hombre necesita apoyarse; y todavía cuando se afirma en la revelación de Jesucristo, sus conclusiones pueden llegar a un campo inmensamente más vasto e iluminado por el sol de la verdad divina.
Todo hombre de buena voluntad que aplica con sinceridad su alma a la búsqueda de la verdad, puede estar cierto que se cumplirá en él la conocida proposición: "Al que hace lo que está de su parte, Dios no le niega su gracia”. El Espíritu Santo que mora en nosotros, desde el Bautismo que nos asiste con sus dones de entendimiento, ciencia, prudencia, es la mejor garantía de éxito en una elección hecha con sinceridad ante la mirada de Dios, aunque no intervenga iluminación milagrosa alguna durante toda nuestra deliberación.

(Del libro "Elección de carrera", escrito por el Padre Hurtado en el año 1943)

martes, 29 de septiembre de 2009

PEREGRINACIÓN JUVENIL A PIE A LUJÁN

Para más información visite el sitio: http://www.peregrinacionlujan.org.ar/

VIRGEN DE LUJÁN, RUEGA POR NOSOTROS

MENSAJE DEL SANTO PADRE PARA EL DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES 2009

OCTUBRE MISIONERO.09
Mensaje del Santo Padre para el Domingo Mundial de las Misiones 2009



En este domingo, dedicado a las misiones, me dirijo ante todo a vosotros, Hermanos en el ministerio episcopal y sacerdotal, y también a vosotros, hermanos y hermanas de todo el Pueblo de Dios, para exhortar a cada uno a reavivar en sí mismo la conciencia del mandato misionero de Cristo de hacer "discípulos a todos los pueblos" (Mt 28,19), siguiendo los pasos de san Pablo, el Apóstol de las Gentes."Las naciones caminarán en su luz" (Ap 21,24). Objetivo de la misión de la Iglesia es en efecto iluminar con la luz del Evangelio a todos los pueblos en su camino histórico hacia Dios, para que en Él tengan su realización plena y su cumplimiento. Debemos sentir el ansia y la pasión por iluminar a todos los pueblos, con la luz de Cristo, que brilla en el rostro de la Iglesia, para que todos se reúnan en la única familia humana, bajo la paternidad amorosa de Dios.
Es en esta perspectiva que los discípulos de Cristo dispersos por todo el mundo trabajan, se esfuerzan, gimen bajo el peso de los sufrimientos y donan la vida. Reafirmo con fuerza lo que ha sido varias veces dicho por mis venerados Predecesores: la Igle-sia no actúa para extender su poder o afirmar su dominio, sino para llevar a todos a Cristo, salvación del mundo. Nosotros no pedimos sino el ponernos al servicio de la humanidad, especialmente de aquella más sufriente y marginada, porque creemos que "el esfuerzo orientado al anuncio del Evangelio a los hombres de nuestro tiempo... es sin duda alguna un servicio que se presenta a la comunidad cristiana e incluso a toda la humanidad" (Evangelii nuntiandi, 1), la cual "está conociendo grandes conquistas, pero parece haber perdido el sentido de las realidades últimas y de la misma existencia" (Redemptoris missio, 2).

1. Todos los Pueblos llamados a la salvación
La humanidad entera, tiene la vocación radical de regresar a su fuente, que es Dios, el único en quien encontrará su realización final mediante la restauración de todas las cosas en Cristo. La dispersión, la multiplicidad, el conflicto, la enemistad serán repacificadas y reconciliadas mediante la sangre de la Cruz, y reconducidas a la unidad.
El nuevo inicio ya comenzó con la resurrección y exaltación de Cristo, que atrae a sí a todas las cosas, las renueva, las hace partícipes del eterno gozo de Dios. El futuro de la nueva creación brilla ya en nuestro mundo y enciende, aunque en medio de contradicciones y sufrimientos, la esperanza de una vida nueva. La misión de la Iglesia es la de "contagiar" de esperanza a todos los pueblos. Para esto Cristo llama, justifica, santifica y envía a sus discípulos a anunciar el Reino de Dios, para que todas las naciones lleguen a ser Pueblo de Dios. Es sólo al interno de dicha misión que se comprende y autentifica el verdadero camino histórico de la humanidad. La misión universal debe convertirse en una constante fundamental de la vida de la Iglesia. Anunciar el Evangelio debe ser para nosotros, como lo fue para el apóstol Pablo, un compromiso impostergable y primario.

2. Iglesia peregrina
La Iglesia universal, sin confines y sin fronteras, se siente responsable del anuncio del Evangelio frente a pueblos enteros (cf. Evangelii nuntiandi, 53). Ella, germen de esperanza por vocación, debe continuar el servicio de Cristo al mundo. Su misión y su servicio no son a la medida de las necesidades materiales o incluso espirituales que se agotan en el cuadro de la existencia temporal, sino de una salvación trascendente, que se actúa en el Reino de Dios (cf. Evangelii nuntiandi, 27). Este Reino, aun siendo en su plenitud escatológico y no de este mundo (cf. Jn 18,36), es también en este mundo y en su historia fuerza de justicia, de paz, de verdadera libertad y de respeto de la dignidad de cada hombre. La Iglesia busca transformar el mundo con la proclamación del Evangelio del amor, "que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar... y así llevar la luz de Dios al mundo" (Deus caritas est, 39). Es a esta misión y servicio que, con este Mensaje, llamó a participar a todos los miembros e instituciones de la Iglesia.

3. Missio ad gentes
De este modo, la misión de la Iglesia es la de llamar a todos los pueblos a la salvación operada por Dios a través de su Hijo encarnado. Es necesario por lo tanto renovar el compromiso de anunciar el Evangelio, que es fermento de libertad y de progreso, de fraternidad, de unidad y de paz (cf. Ad gentes, 8). Deseo "confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia" (Evangelii nuntiandi, 14), tarea y misión que los amplios y profundos cambios de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Está en cuestión la salvación eterna de las personas, el fin y la realización misma de la historia humana y del universo. Anima-dos e inspirados por el Apóstol de las gentes, debemos ser conscientes de que Dios tiene un pueblo numeroso en todas las ciudades recorridas también por los apóstoles de hoy (cf. Hch 18,10). En efecto "la promesa es para todos aquellos que son lejanos, para cuantos llamará el Señor nuestro Dios" (Hch 2,39).
La Iglesia entera debe comprometerse en la missio ad gentes, hasta que la soberanía salvadora de Cristo no se realice plenamente: "Al presente no vemos que todas las cosas estén sometidas a Él" (Hb 2,8).

4. Llamados a evangelizar también mediante el martirio
En esta Jornada dedicada a las misiones, recuerdo en la oración a quienes han hecho de su vida una exclusiva consagración al trabajo de evangelización. Una mención particular es para aquellas Iglesias locales, y para aquellos misioneros y misioneras que se encuentran testimoniando y difundiendo el Reino de Dios en situaciones de persecución, con formas de opresión que van desde la discriminación social hasta la cárcel, la tortura y la muerte. No son pocos quienes actualmente son llevados a la muerte por causa de su "Nombre". Es aún de una actualidad tremenda lo que escribía mi venerado Predecesor, el Papa Juan Pablo II: "La memoria jubilar nos ha abierto un panorama sorprendente, mostrándonos nuestro tiempo particularmente rico en testigos que, de una manera u otra, han sabido vivir el Evangelio en situaciones de hostilidad y persecución, a menudo hasta dar su propia sangre como prueba suprema" (Novo millennio ineunte, 41).
La participación a la misión de Cristo, en efecto, marca también la vida de los anunciadores del Evangelio, para quienes está reservado el mismo destino de su Maestro. "Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros" (Jn 15,20). La Iglesia sigue el mismo camino y sufre la misma suerte de Cristo, porque no actúa según una lógica humana o contando con las razones de la fuerza, sino siguiendo la vía de la Cruz y haciéndose, en obediencia filial al Padre, testigo y compañera de viaje de esta humanidad.
A las Iglesias antiguas como a las de reciente fundación les recuerdo que han sido colocadas por el Señor como sal de la tierra y luz del mundo, llamadas a difundir a Cristo, Luz de las gentes, hasta los extremos confines de la tierra. La missio ad gentes debe constituir la prioridad de sus planes pastorales.
A las Obras Misionales Pontificias dirijo mi agradecimiento y mi aliento por el indispensable trabajo de animación, formación misionera y ayuda económica que aseguran a las jóvenes Iglesias. A través de estas Instituciones pontificias se realiza en modo admirable la comunión entre las Iglesias, con el intercambio de dones, en la solicitud mutua y en la común proyección misionera.

5. Conclusión
El empuje misionero ha sido siempre signo de vitalidad de nuestras Iglesias (cf. Redemptionis missio, 2). Es necesario, sin embargo, reafirmar que la evangelización es obra del Es-píritu y que incluso antes de ser acción es testimonio e irradiación de la luz de Cristo (cf. Redemptionis missio, 26) por parte de la Iglesia local, que envía sus misioneros y misioneras para ir más allá de sus fronteras. Pido por lo tanto a todos los católicos que recen al Espíritu Santo para que aumente en la Iglesia la pasión por la misión de difundir el Reino de Dios, y que sostengan a los misioneros, las misioneras y las comunidades cristianas comprometidas en primera línea en esta misión, a veces en ambientes hostiles de persecución.
Al mismo tiempo invito a todos a dar un signo creíble de comunión entre las Iglesias, con una ayuda económica, especialmente en la fase de crisis que está atravesando la humanidad, para colocar a las Iglesias locales en condición de iluminar a las gentes con el Evangelio de la caridad.
Nos guíe en nuestra acción misionera la Virgen María, estrella de la Nueva Evangelización, que ha dado al mundo al Cristo, puesto como luz de las gentes, para que lleve la salvación "hasta los extremos de la tierra" (Hch 13,47).A todos mi Bendición.

Vaticano, 29 de junio de 2009Benedictus PP. XVI

domingo, 27 de septiembre de 2009


Cuidar de todas estas especies en peligro de extinción es un deber y obligación de todos, y sobre todo del estado mediante la sanción de leyes que protejan a todos ellos. Pero al ser humano, ¿quién lo protege desde el comienzo de su existencia hasta el finalizar naturalmente la misma?.Tras despenalizar el consumo privado de drogas, la Corte Suprema va por el aborto.La jueza Carmen Argibay pidió abrir el debate para promover un cambio en la legislación en torno a la interrupción del embarazo y "criminalizó" la postura provida. Opinó que "el aborto es algo que ocurre, que es parte de nuestra naturaleza humana"...Ya despenalizaron el consumo de drogas, ahora van por el aborto.
Por eso te invitamos a SUMARTE a esta campaña, a defender nuestra especie, especialmente al niño por nacer y a su mamá.

¿Cómo?
Ingresando a la página web : http://www.defendetuespecie.com.ar/dejando tu comentario e invitando a otros a hacerlo
y sobre todo participando de la gran marcha del 28 de setiembre en la plaza San Martín
"Una Luz para Salvar Muchas Vidas IV"
lunes 28/09 - 19.00 hs Explanada de la Catedral.
SUMATE,
Necesitamos de vos para defender la Vida, para promover a la Familia, y sobre todo concientizar a todos que TODA VIDA VALE LA PENA

sábado, 19 de septiembre de 2009

BENEDICTO XVI PIDE A LOS JÓVENES NO TENER MIEDO DE ABRAZAR LA CRUZ

Queridos hermanos y hermanas: (audiencia del día Miércoles 16 de septiembre)

Benedicto XVI pide a los jóvenes no tener miedo de abrazar la Cruz
CIUDAD DEL VATICANO, Miércoles 16 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI alentó a los jóvenes a no tener miedo de abrazar la Cruz, este Miércoles, en la semana en la que ha comenzado la peregrinación por España de la Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud, en preparación del encuentro de Madrid.
Al final de la audiencia general, el Pontífice recordó que este Martes la Iglesia hizo memoria de la Virgen de los Dolores, "que con fe se detuvo ante la cruz de Jesús".
"Queridos jóvenes --dijo el Papa a los chicos y chicas presentes en el Aula Pablo VI--, no tengáis miedo de permanecer también vosotros como María junto a la Cruz para encontrar la valentía para superar todo obstáculo en vuestra existencia".
Unos cinco mil jóvenes acogieron el 14 de septiembre en la catedral de la Almudena de Madrid, junto al cardenal Antonio María Rouco Varela, pastor de esa ciudad, la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Madrid la tercera semana de agosto de 2011.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

SOBRE LA NECESIDAD DE ACUDIR A LA STMA VIRGEN MARIA:SAN BERNARDO

SAN BERNARDO DECÍA:
...sobre la necesidad de acudir a la Stma. Virgen:


-Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: invoca a María!.

Si te golpean las olas de la soberbia, de la maledicencia, de la envidia, mira a la estella, invoca a María!

Si la cólera, la avaricia, la sensualidad de tus sentidos quieren hundir la barca de tu espíritu, que tus ojos vayan a esa estrella: invoca a María!

Si ante el recuerdo desconsolador de tus muchos pecados y de la severidad de Dios, te sientes ir hacia el abismo del desaliento o de la desesperación, lánzale una mirada a la estrella, e invoca a la Madre de Dios.

En medio de tus peligros, de tus angustia, de tus dudas, piensa en María, invoca a María!

El pensar en Ella y el invocarla, sean dos cosas que no se parten nunca ni de tu corazón ni de tus labios. Y para estar más seguro de su protección no te olvides de imitar sus ejemplos. Siguiéndola no te pierdes en el camino!¡Implorándola no te desesperarás! ¡Pensando en Ella no te descarriarás!

Si Ella te tiene de la mano no te puedes hundir. Bajo su manto nada hay que temer.¡Bajo su guía no habrá cansancio, y con su favor llegarás felizmente al Puerto de la Patria Celestial!


Amén!!

domingo, 6 de septiembre de 2009

LAS LAICOS O SEGLARES DE LA IGLESIA

LO LEÍ, Y ME GUSTÓ MUCHO. ES MUY CLARO

Son los encargados de que el Reino de Dios se haga una realidad en los diversos campos que forman su vida, donde el sacerdote, el religioso, el obispo no puede llegar.

Los Laicos o Seglares de la Iglesia
¿Quiénes son los laicos, los seglares de la Iglesia?
Se oye tanto hablar de esa palabra que muchas veces nos perdemos en el vocabulario y no sabemos a quiénes se refieren cuando oímos expresiones como “Ha llegado la hora de los laicos”. “Los seglares deben colaborar con la Iglesia”.La respuesta podría ser muy fácil: Los laicos son todas las personas que pertenecen a la Iglesia católica, a través del Bautismo pero que no son obispos,sacerdotes o pertenecen a algún grupo de vida consagrada De esta forma, los laicos son todos los fieles que han sido bautizados dentro de la Iglesia.
Para ser más precisos, escuchemos lo que dice el Concilio Vaticano II en el documento Lumen Gentium, número 31 y que recoge el Catecismo de la Iglesia católica en el número 897: “Por laicos se entiende aquí a todos los cristianos, excepto los miembros del orden sagrado y del estado religioso reconocido en la Iglesia. Son, pues, los cristianos que están incorporados por el bautismo, que forman el Pueblo de Dios y que participan de las funciones de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”.
Elemento muy importante para distinguir a los laicos es el de su bautismo. Por este sacramento, los laicos o fieles del pueblo de Dios se hacen acreedores al derecho de llamarse y de ser Hijos de Dios y participar de esa filiación divina. Pero también comparten la obligación de trabajar para que el mensaje de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres y en toda la tierra. Esta obligación es más apremiante cuando sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír el Evangelio y conocer a Cristo.
La acción que realizan los laicos dentro de la Iglesia no es indiferente. Su participación no es indiferente ni debe reducirse a la recepción de los sacramentos, antes bien, debe ser muy activa de forma que ayuden a que todas las realidades en las que ellos trabajan sean invadidas por el espíritu del evangelio. Por lo tanto, la familia, la profesión y el trabajo que desempeñan, sus actividades sociales, deportivas y de descanso, todo, absolutamente todo lo que conforma su vida, debe quedar informado por el espíritu del evangelio. En pocas palabras, los laicos son los encargados de que el Reino de Dios se haga una realidad en los diversos campos que forman su vida. Por lo tanto, ahí donde el sacerdote, el religioso, el obispo no puede llegar, ahí es donde el laico debe comprometerse para hacer llegar el mensaje de Cristo.
Juan Pablo II ha dicho de los laicos: “El Reino de Dios, presente en el mundo sin ser del mundo, ilumina el orden de la sociedad humana, mientras que las energías de la gracia lo penetran y vivifican. Así se perciben mejor las exigencias de una sociedad digna del hombre; se corrigen las desviaciones y se corrobora el ánimo para obrar el bien. A esta labor de animación evangélica están llamados, junto con todos los hombres de buena voluntad, todos los cristianos y de manera especial los laicos”. (Cfr. Centesimus annus, número 25).
El apostolado que deben llevar a cabo los laicos no se reduce solamente al testimonio de su vida, lo cual ya es una labor fundamental para construir el Reino de Dios en la sociedad. Deben ser “sanamente agresivos” con el fin de buscar todas aquellas oportunidades para hacer real en todos los ámbitos dela sociedad, el mensaje de Cristo. Esta iniciativa es un elemento normal de la vida de la Iglesia, como apuntaba el Papa Pío XII en su discurso del 20 de febrero de 1946 y que fue citado por Juan Pablo II en su documento Christifideles laici, número 9: “Los fieles laicos se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad. Por tanto ellos, especialmente, deben tener conciencia, cada vez más clara, no sólo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia; es decir, la comunidad de los fieles sobre la tierra bajo la guía del jefe común, el Papa, y de los obispos en comunión con él. Ellos son la Iglesia.”

Autor: Germán Sánchez Griese
Fuente: Catholic.net

viernes, 28 de agosto de 2009

ORACIÓN POR LAS VOCACIONES CON SAN AGUSTÍN


Renueva, Señor, en tu Iglesia el espíritu que infundiste en San Agustín para que, penetrados de ese mismo espíritu, tengamos sed de Tí, fuente de sabiduría, te busquemos como el único amor verdadero y sigamos los pasos de tan gran santo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.


Oración por las Vocaciones

Glorioso Padre San Agustín, que abriste un camino de entrega a Dios al descubrir la hermosura de la vida religiosa; concédeme a mí, que me creo también llamado por Él, a ver claramente mi camino; ayúdame a ser fiel a esa vocación divina; que la estime en todo su valor, que huya de las personas y cosas que me la pueden arrebatar; que sea desde hoy muy generoso para decir sí el día de mi total entrega. Amén.


SAN AGUSTÍN Y EL NIÑO


La historia de San Agustín con el niño es por muchos conocida.
La misma surge del mucho tiempo que dedicó este gran santo y teólogo a reflexionar sobre el misterio de la Santísima Trinidad, de cómo tres personas diferentes podían constituir un único Dios.
Cuenta la historia que mientras Agustín paseaba un día por la playa, pensando en el misterio de la Trinidad, se encontró a un niño que había hecho un hoyo en la arena y con una concha llenaba el agujero con agua de mar. El niño corría hasta la orilla, llenaba la concha con agua de mar y depositaba el agua en el hoyo que había hecho en la arena.

Viendo esto, San Agustín se detuvo y preguntó al niño por qué lo hacía, a lo que el pequeño le dijo que intentaba vaciar toda el agua del mar en el agujero en la arena. Al escucharlo, San Agustín le dijo al niño que eso era imposible, a lo que el niño respondió que si aquello era imposible hacer, más imposible aún era el tratar de decifrar el misterio de la Santísima Trinidad.

lunes, 10 de agosto de 2009

EL GRANO DE TRIGO


Juan 12, 24-26
En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: en verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.

Jesucristo dice: “Si el grano de trigo no muere, no dará fruto”. El grano que quiera seguir como grano, que le tenga miedo a la humedad, que no esté dispuesto a desaparecer como grano, ¿cómo ha de dar fruto? Si el grano muere, nacerá una nueva planta. Si es de maíz, dará muchos elotes, que tendrán muchos granos cada uno. Pero es necesario dejar de ser grano para dar todo ese fruto.
Así, Jesucristo habría de morir para darnos un gran fruto: la salvación de nuestras almas, el perdón de los pecados, la apertura nuevamente del Cielo para nosotros, la vida eterna, la gracia santificante, recobrar nuevamente la amistad con Dios. Todo ello es parte del fruto que Jesucristo dará al morir como grano de trigo en la cruz.
Luego, inmediatamente, el mismo Jesús dice: “El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna”.
Estas palabras son muy importantes para un cristiano, para un verdadero seguidor de Jesucristo, para todos aquellos que quieren imitarle en sus vidas. Él nos dice que las personas que son egoístas, que piensan en su comodidad, en su bienestar, en su placer, olvidándose de los demás no obtendrán la vida eterna. Si pasarán esta vida con placer, con comodidad, cumpliéndose todos sus caprichos, pero perderán los más importante, la vida eterna. Aquél que busca lo mejor para sí mismo, que no le importa dañar a los demás, u ofenderlos, o maltratarlos con tal de lograr sus placeres no vivirá con el Señor la vida eterna. Cambia el placer que se va pronto, que dura “nada”, por toda la vida eterna.
Por el contrario, quien no se interesa por los placeres, por las comodidades, por cumplir sus caprichos y egoísmos, quien piensa en los demás, se entrega por ellos y los ama, ese alcanzará lo más importante, lo que nunca ha de acabarse: la vida eterna.
Y Jesucristo que nos dice esas palabras, es el primero en darnos el ejemplo: pues Él ha de ofrecer su vida, ha de perderla, ha de morir, para darnos la vida eterna, para perdonarnos los pecados, para darnos la salvación. “El que se aborrece a sí mismo”. Nuestro Señor, un verdadero ejemplo de amor por nosotros. No le importó morir, ni sufrir tanto, ni ser despreciado, abofeteado, escupido, azotado, ridiculizado, golpeado, coronado de espinas, despreciado, crucificado y ajusticiado en la cruz, con tal de buscar nuestro bien. ¡Eso es amor! ¡Eso es amar al prójimo! ¡¡Eso es vivir la ley de Dios: amar a Dios y al prójimo! Por eso nuestro Señor será capaz de decirnos: “Ámense como yo los he amado” ¡Hasta dar la vida por los demás!
Recordemos lo que decían de los primeros cristianos hace ya dos mil años: ¡Miren cómo se aman!”. Los pueblos paganos quedaban maravillados por el amor con que se trataban entre sí los cristianos y el amor con que trataban a todos los demás. El verdadero cristiano ha de ser como Jesucristo: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. ¿Acaso Jesucristo no hizo eso en la cruz por todos y cada uno de nosotros? Imitémosle.
El auténtico cristiano, el verdadero católico es quien ama al prójimo y no se preocupa de sí mismo. Tengamos cuidado de los placeres, de las comodidades, de los caprichos, de los deseos, pues lo único que hacen es convertirnos en el centro de nuestro amor: nos buscaremos a nosotros mismos.
Quien verdaderamente ama a su prójimo pensará en ellos continuamente: el esposo, en su esposa; la esposa, en el esposo; los padres, en los hijos; el ciudadano, en sus conciudadanos; el maestro, en sus alumnos;
El mundo pagano se distingue por el egoísmo. El mundo cristiano se ha de distinguir por el amor. ¿Cuál mundo estamos construyendo? ¿Soy pagano o soy cristiano? El mundo pagano termina con la muerte. El mundo cristiano empieza con la vida eterna.
Jesucristo muere en la cruz para perdonarnos los pecados, para darnos nuevamente la amistad con Dios, nos vuelve a abrir las puertas del Cielo, nos hace partícipes de la vida eterna, nos da su gracia. El Señor nos enseña: “El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna”, y “”Si el grano de trigo no muere, no dará fruto”. El distintivo de todo verdadero cristiano es el amor.
Sabemos que por mucho tiempo que pueda vivir un hombre en la tierra, no será más que una gota en medio de la inmensidad del océano, un punto en medio de la eternidad. ¿No será preferible dejar un poco las comodidades de aquí para entrar en la eternidad por la puerta grande?
¿Cuántas veces pensamos en ella? ¿La tenemos como una realidad? ¿O sólo es algo lejano e imaginario? Los santos mártires, como San Lorenzo, nos ponen ante los ojos el valor de la vida futura. Antes de padecer los sufrimientos a los que le sometieron -ser quemado vivo- reflexionó unos instantes y optó por Cristo a pesar de todo. Porque sabía muy bien qué encontraría después de su muerte.

ARGENTINA:JORNADAS DE CAPACITACION PARA ATENDER A MUJERES EN CRISIS DE EMBARAZO

Argentina: Jornadas de capacitación para atender a mujeres en crisis de embarazo
(http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=26405)
BUENOS AIRES, 09 Ago. 09 (ACI).-El Centro de Asistencia a la Vida Naciente Grávida está convocando a unas Jornadas de Capacitación para el Servicio a la Vida en la Arquidiócesis Mercedes-Luján (Argentina), que se llevarán a cabo el 29 y 30 de agosto en la Casa Nazaret, de la Provincia de Buenos Aires.Se trata, según los organizadores, de "una invitación para unir nuestras manos y nuestros corazones en el cuidado de la vida desde el momento de la concepción".
Por ello, el objetivo del encuentro es la capacitación de nuevos voluntarios para la apertura e inicio de este servicio de atención y cuidado de madres embarazadas en dificultad en la Arquidiócesis Mercedes - Luján.Las jornadas están dirigidas a jóvenes, adultos, agentes pastorales, profesionales, docentes, hombres y mujeres de buena voluntad "que dispongan sus corazones y se sientan llamados a formarse para servir a la vida por nacer y a la maternidad".
Los voluntarios de Grávida acompañan y cuidan de las madres embarazadas para alentar su desarrollo integral, trabajando el vínculo con su bebé desde el vientre, para prevenir toda forma de violencia y transformar para una nueva vida desde la primera relación mamá-bebé.
Más información: gravidaenlujan@yahoo.com.ar

sábado, 8 de agosto de 2009

DEFENDER LA VIDA DESDE LA CONCEPCIÓN

El Mejor ginecólogo
Con un bebe en brazos, una mujer muy asustada llega al consultorio de su ginecólogo y le dice: Doctor: por favor ayúdeme, tengo un problema muy serio. Mi bebé aún no cumple un año... y ya estoy de nuevo embarazada. No quiero tener hijos en tan poco tiempo, prefiero un espacio mayor entre uno y otro....
El médico le preguntó: Muy bien, ¿qué quiere que yo haga?
Ella respondió:Deseo interrumpir mi embarazo y quiero contar con su ayuda.
El médico se quedó pensando un poco y después de algún tiempo le dice:
Creo que tengo un método mejor para solucionar el problema y es menos peligroso para usted. La mujer sonrió, pensando que el médico aceptaría ayudarla. Él siguió hablando:
Vea señora, para no tener que estar con dos bebés a la vez en tan corto espacio de tiempo, vamos a matar a este niño que está en sus brazos. Así usted tendrá un periodo de descanso hasta que el otro niño nazca. Si vamos a matar, no hay diferencia entre uno y otro de los niños. Y hasta es más fácil sacrificar éste que usted tiene entre sus brazos puesto que usted no correrá ningún riesgo.
La mujer se asustó y dijo:
¡No, doctor! ¡Que horror! ¡Matar a un niño es un crimen!
También pienso lo mismo, señora, pero usted me pareció tan convencida de hacerlo, que por un momento pensé en ayudarla. El médico sonrió y después de algunas consideraciones, vio que su lección surtía efecto.
Convenció a la madre que no hay la menor diferencia entre matar un niño que ya nació..... y matar a uno que está por nacer, y que está vivo en el seno materno.

viernes, 7 de agosto de 2009

FRASES DE SAN JUAN MARIA VIANNEY, EL SANTO CURA DE ARS

CENTRARSE SOLO EN CRISTO


Centrarse sólo en Cristo...
Olvídate de todo y céntrate sólo en Cristo. Que Él y sus cosas sean la aspiración única de todos tus actos, y que nada te distraiga o separe de esta meta. Que ese haber encontrado en Cristo tu centro, no sea sólo un sedante psicológico o un misticismo romántico, sino un llenarse de madurez, de celo, de garra, de ansias de conquistarse cada día en profundidad y de darse con programa y exigencia a los demás.


miércoles, 5 de agosto de 2009

LA VERDADERA ALEGRÍA

CUANLO LO LEÍ ME GUSTO MUCHO:

Son muchas las manifestaciones de la alegría: personas que ríen, cantan, juegan, beben, cuentan chistes, están de buen humor, etc. Hay veces que la alegría es sincera, en otras ocasiones se busca simplemente aparentar que se está bien.
Si la alegría no está plenamente en las manifestaciones anteriores, la pregunta surge espontánea: ¿en qué consiste la verdadera alegría? La respuesta es sencilla: la alegría está en la autenticidad de vida, en ser lo que se es. Esta es la clave. No radica en aparentar, ni en tener cada vez más posesiones, ni mucho menos en estar riéndose superficialmente de manera constante, porque como bien dice el dicho popular “la risa superficial abunda en la boca de los tontos”.
Para la esposa y madre, la alegría estará en entregarse por completo al esposo y a los hijos. Si se es padre, la alegría radicará en la buena educación de los hijos, y qué satisfacción da a un padre de familia ver a sus hijos, ya grandes, bien formados. Para el hijo, la alegría debe consistir en obedecer a los propios padres, que representan el querer de Dios, y en ser caritativos con los que le rodean.
Pero para el cristiano, que por definición es el seguidor de Cristo, la alegría consiste en la coherencia de vida, en ser, por lo tanto, fiel discípulo de Cristo. Esta es la fuente de la verdadera alegría. Así pues, para el auténtico seguidor de Cristo, la verdadera alegría se encontrará en buscar agradar en todo a su Señor, en hacerlo feliz con cada una de sus acciones. Pero cuando se empiezan a hacer cosas que van en contra de lo que se es, se irá creando en esa persona una división interior. Cuando no se vive como se piensa, se termina pensando como se vive.
La genuina alegría produce una satisfacción interior. ¿Quién no ha experimentado esa paz interior que se produce cuando se es fiel al deber, cuando se llevan las responsabilidades al día, o cuando se tiene una conciencia tranquila? Cuánta alegría posee el que tiene una sola cara. Y por el contrario, cuánta tristeza e insatisfacción se crea cuando se tiene dos personalidades diferentes, que se usan, dependiendo de los casos, cuando más convenga.
El cristiano, el seguidor de Cristo, será verdaderamente feliz cuando consciente y animosamente lo siga. Cuando olvidándose de sí mismo y de sus gustos personales, se entregue a los demás para ayudarlos en sus necesidades y compartir así la alegría que lleva dentro, que nada ni nadie le podrá quitar.
AUTOR: José Miguel Guzmán, L.C.

miércoles, 22 de julio de 2009

Benedicto XVI: El Año sacerdotal permitirá redescubrir la pastoral vocacional

"Quien siembra en el corazón del hombre es siempre y sólo el Señor"

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 21 julio 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI a los participantes en el congreso europeo de pastoral vocacional el pasado 4 de julio en el Vaticano.

Queridos hermanos y hermanas:
Con verdadera alegría me encuentro con vosotros, pensando en el valioso servicio pastoral que realizáis en el ámbito de la promoción, animación y discernimiento de las vocaciones. Habéis venido a Roma para participar en un congreso de reflexión, confrontación e intercambio entre las Iglesias de Europa, que tiene por tema "Sembradores del Evangelio de la vocación: una Palabra que llama y envía" y cuya finalidad es dar nuevo impulso a vuestro compromiso en favor de las vocaciones.
Para cada diócesis, la atención a las vocaciones constituye una de las prioridades pastorales, que asume más valor aún en el contexto del Año sacerdotal recién iniciado. Por eso, saludo de corazón a los obispos delegados para la pastoral vocacional de las distintas Conferencias episcopales, así como a los directores de los centros vocacionales nacionales, a sus colaboradores y a todos los presentes.
En el centro de vuestros trabajos habéis puesto la parábola evangélica del sembrador. El Señor arroja con abundancia y gratuidad la semilla de la Palabra de Dios, aun sabiendo que podrá encontrar una tierra inadecuada, que no le permitirá madurar a causa de la aridez, y que apagará su fuerza vital ahogándola entre zarzas. Con todo, el sembrador no se desalienta porque sabe que parte de esta semilla está destinada a caer en "tierra buena", es decir, en corazones ardientes y capaces de acoger la Palabra con disponibilidad, para hacerla madurar en la perseverancia, de modo que dé fruto con generosidad para bien de muchos.
La imagen de la tierra puede evocar la realidad más o menos buena de la familia; el ambiente con frecuencia árido y duro del trabajo; los días de sufrimiento y de lágrimas. La tierra es, sobre todo, el corazón de cada hombre, en particular de los jóvenes, a los que os dirigís en vuestro servicio de escucha y acompañamiento: un corazón a menudo confundido y desorientado, pero capaz de contener en sí energías inimaginables de entrega; dispuesto a abrirse en las yemas de una vida entregada por amor a Jesús, capaz de seguirlo con la totalidad y la certeza que brota de haber encontrado el mayor tesoro de la existencia. Quien siembra en el corazón del hombre es siempre y sólo el Señor. Únicamente después de la siembra abundante y generosa de la Palabra de Dios podemos adentrarnos en los senderos de acompañar y educar, de formar y discernir. Todo ello va unido a esa pequeña semilla, don misterioso de la Providencia celestial, que irradia una fuerza extraordinaria, pues la Palabra de Dios es la que realiza eficazmente por sí misma lo que dice y desea.
Hay otra palabra de Jesús que utiliza la imagen de la semilla, y que se puede relacionar con la parábola del sembrador: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24). Aquí el Señor insiste en la correlación entre la muerte de la semilla y el "mucho fruto" que dará. El grano de trigo es él, Jesús. El fruto es la "vida en abundancia" (Jn 10, 10), que nos ha adquirido mediante su cruz. Esta es también la lógica y la verdadera fecundidad de toda pastoral vocacional en la Iglesia: como Cristo, el sacerdote y el animador deben ser un "grano de trigo", que renuncia a sí mismo para hacer la voluntad del Padre; que sabe vivir oculto, alejado del clamor y del ruido; que renuncia a buscar la visibilidad y la grandeza de imagen que hoy a menudo se convierten en criterios e incluso en finalidades de la vida en buena parte de nuestra cultura y fascinan a muchos jóvenes.
Queridos amigos, sed sembradores de confianza y de esperanza, pues la juventud de hoy vive inmersa en un profundo sentido de extravío. Con frecuencia las palabras humanas carecen de futuro y de perspectiva; carecen incluso de sentido y de sabiduría. Se difunde una actitud de impaciencia frenética y una incapacidad de vivir el tiempo de la espera. Sin embargo, esta puede ser la hora de Dios: su llamada, mediante la fuerza y la eficacia de la Palabra, genera un camino de esperanza hacia la plenitud de la vida. La Palabra de Dios puede ser de verdad luz y fuerza, manantial de esperanza; puede trazar una senda que pasa por Jesús, "camino" y "puerta", a través de su cruz, que es plenitud de amor.
Este es el mensaje que nos deja el Año paulino recién concluido. San Pablo, conquistado por Cristo, fue un promotor y formador de vocaciones, como bien se desprende de los saludos de sus cartas, donde aparecen decenas de nombres propios, es decir, rostros de hombres y mujeres que colaboraron con él al servicio del Evangelio. Este es también el mensaje del Año sacerdotal recién iniciado: el santo cura de Ars, Juan María Vianney -que constituye el "faro" de este nuevo itinerario espiritual- fue un sacerdote que dedicó su vida a la guía espiritual de las personas, con humildad y sencillez, "gustando y viendo" la bondad de Dios en las situaciones ordinarias. Así, fue un verdadero maestro en el ministerio de la consolación y del acompañamiento vocacional.
Por tanto, el Año sacerdotal brinda una magnífica oportunidad para volver a encontrar el sentido profundo de la pastoral vocacional, así como sus opciones fundamentales de método: el testimonio, sencillo y creíble; la comunión, con itinerarios concertados y compartidos en la Iglesia particular; la cotidianidad, que educa a seguir al Señor en la vida de todos los días; la escucha, guiada por el Espíritu Santo, para orientar a los jóvenes en la búsqueda de Dios y de la verdadera felicidad; y, por último, la verdad, que es lo único que puede generar libertad interior.
Que la Palabra de Dios, queridos hermanos y hermanas, sea en cada uno de vosotros fuente de bendición, de consuelo y de confianza renovada, para que podáis ayudar a muchos a "ver" y "tocar" al Jesús que ya han acogido como Maestro. Que la Palabra del Señor habite siempre en vosotros, renueve en vuestro corazón la luz, el amor y la paz que sólo Dios puede dar, y os capacite para testimoniar y anunciar el Evangelio, fuente de comunión y de amor. Con este deseo, que encomiendo a la intercesión de María santísima, os imparto de corazón a todos la bendición apostólica.

lunes, 20 de julio de 2009

CONSEJOS GENERALES PARA VIVIR LA CASTIDAD

ME PARECIÓ MUY BUENO COMPARTIR ESTE ARTÍCULO SOBRE LA CASTIDAD QUE SE ENCUENTRA EN EL SITIO DE CATHOLIC.NET

La castidad es una realidad que atañe a todos los hombres y mujeres, porque es la virtud que regula el uso adecuado y responsable de la sexualidad y de la afectividad.

Consejos generales para vivir la castidad
La castidad es uno de los votos que profesan los religiosos y los consagrados dentro de la Iglesia, además de los votos de pobreza y obediencia. Con estos votos, los religiosos y consagrados (sacerdotes, hermanos, monjas, laicos consagrados) expresan públicamente que quieren ser totalmente de Dios y que están dispuestos – por el Reino de los Cielos – a renunciar a las tres dimensiones fundamentales de la existencia humana como son el deseo de perpetuarse en una familia, actuar autónoma e independientemente, y poseer bienes propios. Sin embargo, estos votos sólo se entienden a la luz de Cristo y de la novedad de vida que Cristo nos vino a traer. Jesucristo es el religioso por excelencia: Él está totalmente dedicado – consagrado – a las cosas del Padre y su único deseo es que Dios sea conocido, amado y alabado por los hombres, sin otra posesión, sin otro deseo que no sea el Reino de Dios. Ahora bien, la castidad no es sólo un voto, es decir, una promesa solemne.
La castidad es una realidad que atañe a todos los hombres y mujeres, porque es la virtud que regula el uso adecuado y responsable de la sexualidad y de la afectividad. Y esto nos toca a todos. Un religioso vivirá esta virtud en un modo concreto y según unas exigencias diversas del soltero o de las personas unidas en matrimonio. Pero todos estamos llamados a ejercitarnos en la virtud de la castidad. Existe una castidad del religioso, una castidad del soltero y una castidad del casado. Los consejos que se ofrecen a continuación valen en mayor o menor medida para todos. Toca a cada cual hacer la adaptación para la propia vida.Los consejos generales para vivir la castidad son cinco: orden, conciencia, aprecio, fomento y cuidado. Expresaré los consejos del modo más esquemático posible.

Primer consejo: el orden
Para vivir la castidad – tanto en el celibato como en el matrimonio – es necesario el orden en la propia vida. Ahora bien, hay diversos tipos de orden:

1. Orden “teológico”: primero Dios, después las creaturas. El mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas está dirigido a todos los hombres y no sólo a los religiosos. El amor a Dios ha de ser la principal preocupación de la vida. Esto significa no anteponer nada al amor de Dios: la Voluntad de Dios está antes que mi propia voluntad; el Plan de Dios sobre mi vida antes que mis planes personales; primero las cosas de Dios que mis cosas. Primero Dios y después los amigos; primero el domingo y después los demás días de la semana. Vivir constantemente en su presencia, buscando pequeños pero significativos actos de amor a Dios. En el fondo, la vida de todo hombre es una búsqueda de Dios.
2. Orden “vertical”: primero el cielo y después la tierra. Por lo tanto, hemos de aspirar al cielo con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Por culpa del marxismo, del consumismo y de otras ideologías terrenas, nos hemos olvidado de pensar en el cielo como una realidad cierta que nos espera. Estamos demasiado preocupados por nuestro éxito temporal, demasiado copados por compromisos mundanos, demasiado comprometidos con quehaceres meramente circunstanciales, queremos a toda costa disfrutar de esta tierra… y nos olvidamos de que esta vida es sólo un preludio de la vida verdadera. La vida es un punto en medio de la eternidad. Esto no significa despreciar las cosas buenas que ofrece la vida, sino “ordenar” todo al cielo, que es nuestro único destino. Hemos sido creados para el cielo. La castidad sólo se entiende a la luz de la eternidad. Hay una expresión latina que reza: “quid hoc ad aeternitatem”, ¿qué es todo esto a la luz de la eternidad? ¿Qué son los placeres indignos y momentáneos a la luz de la eternidad? En conclusión: “Sólo Dios es Dios. Lo demás es ‘lo de menos’”.
3. Orden “temporal”: es necesario tener un orden en el uso de nuestro tiempo. Tener muchas cosas interesantes que hacer: oración, trabajo, comidas, merecido descanso, intereses personales… La ociosidad es la madre de todos los vicios, y nuestra sociedad actual es especialista en ofrecer toda clase de salidas frívolas y raquíticas a la ociosidad. En concreto: si es necesario entrar en Internet, que sea sólo para lo que hay que hacer y no andar “navegando” a ver “qué veo”, perdiendo miserablemente el tiempo y poniendo en riesgo la castidad. Por lo demás, esta vida es para construir algo que nos podamos llevar al más allá, al cielo. Empeñemos pues nuestra vida, no en vanidades y caprichos efímeros, cuanto menos en pecado y desenfreno, sino en grandes proyectos al servicio de los demás.
4. Orden “interior”: la persona humana es un “espíritu encarnado”, es una especie muy extraña en la creación. No es un ángel, pero tampoco una bestia. Es un ser “multidimensional”: tiene razón y voluntad, libertad, sentimientos, potencias y pasiones, etc. En esta diversidad humana hay una jerarquía, un orden en las dimensiones. En primer lugar, como dimensión rectora, está la razón iluminada e instruida por la fe. La razón debe regir a todas las demás pasiones y potencias. La virtud de la castidad es una disposición de la voluntad que nos lleva a actuar según los dictámenes de la razón en cuanto al uso ordenado de las potencias sexuales y afectivas. La castidad no significa en primer lugar represión, sino “promoción ordenada” y “moderación razonable” y es la razón, abierta a la Voluntad de Dios, la que indica cuándo se tiene que promover y cuándo se tiene que moderar.
5. Orden “afectivo”: si el primer mandamiento dice amar a Dios, éste se debe unir al “amar al prójimo como a sí mismo”. Ahora bien, también hay un orden en el “amor al prójimo”. Hay un orden en cuanto a las personas y un orden en cuanto a las manifestaciones del amor. En primer lugar debo amar a aquellos que están más próximos a mí: mi familia, mi mujer y mis hijos (si estoy casado), mis padres, mis amigos, etc. En segundo lugar, mi afecto se debe regir por este orden: las manifestaciones del amor entre esposos son específicas y difieren en cuanto al modo en las manifestaciones de amor entre hermanos y entre amigos. Este orden se debe establecer también en relación con el estado de vida que se ha escogido: si soy sacerdote, mi trato con las personas estará marcado por la consagración que he hecho de mi vida y de mi cuerpo al único amor de Cristo, lo mismo ocurre con una religiosa. Quien está casado tiene que comportarse con las personas de otro sexo, no como quien está buscando pareja, o como quien quiere “romper corazones”, sino como quien está comprometido a un amor exclusivo que ha de durar toda la vida. El joven debe comportarse con su novia de un modo diverso que el marido con su mujer, precisamente porque es novio y no esposo.

Segundo consejo: Conciencia
Tenemos que saber qué es bueno y qué es malo, “llamar al pan pan y al vino vino”, y estar convencidos de que seguir la conciencia rectamente formada es lo mejor para nosotros. La conciencia es un faro que ilumina la vida. Puede ser que no siempre tenga la fuerza para seguirla, pero el faro estará siempre allí avisándome de lo que debo hacer, y exigiéndome fidelidad. En el cultivo de la virtud de la castidad esto es esencial.
A causa de las modas imperantes y del desenfreno moral, que se eleva a ideal de vida, sentimos en nuestro corazón la dificultad de vivir la castidad. Esta dificultad real puede llevarnos a considerar que no vale la pena luchar, que es mejor vivir “feliz” según los criterios del mundo que seguir a un Dios desconocido que nos “impone” reprimir nuestros impulsos espontáneos. Es decir, la pasión nos puede llevar a justificar los actos desordenados. Es aquí donde la conciencia tiene que ser faro y decir lo que es bueno y lo que no es bueno. Mientras no se corrompa la conciencia, siempre es posible corregir y superarse.
Aquí tenemos que ser muy honestos: ¿conozco la ley moral? ¿Conozco qué es lo que Dios me pide en cuanto soltero? ¿Quiero seguir mi conciencia o prefiero amordazarla, engañándome a mí mismo con sofismas? Es preciso recordar aquí el adagio: “el que no vive como piensa, termina pensando como vive”; es decir, si traicionamos la voz de la conciencia – que no es otra que la voz de Dios que habla desde el interior – acabaremos por justificar lo injustificable, haciendo pasar hasta “un camello por el ojo de una aguja” (cf. Mt. 19,24).
Para formar la conciencia hay que acudir a los maestros que realmente nos puedan instruir en la verdad. Los medios de comunicación – grandes formadores (o deformadores) de la opinión pública – no son, la mayoría de los casos, buenos consejeros. Ellos son muchas veces los principales promotores de la cultura imperante. Acudamos más bien a personas instruidas y sensatas que puedan ayudarnos, corregirnos, decirnos las cosas claras, sin “dorar la píldora”. Acudamos sobre todo a la Palabra de Dios. Repitamos muchas veces el salmo 119: “Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero”.

Tercer consejo: Aprecio

1. Aprecio por la virtud en general. Vivimos en una sociedad de mínimos: ¿Qué es lo mínimo que tengo que hacer para divertirme sin pecar? ¿Qué es lo mínimo que tengo que hacer para hacer lo que me pega la gana sin traicionar la conciencia? No. El cristianismo no puede vivir de mínimos. Muchas veces en la sociedad civil nos podemos regir por la moral de lo mínimo: ¿cuánto es lo mínimo que tengo que pagar con los impuestos? Nunca iré a hacer la declaración de hacienda, diciendo: “oiga, le doy más de lo que me pide porque veo que es necesario para tapar los agujeros de la carretera”. Más bien actúo así: si tengo que trabajar seis horas al día, trabajo seis horas y basta. Esto es lo mínimo que tengo que hacer.
Esto puede valer para la sociedad civil. Pero no vale para quien se declara discípulo de Jesucristo. Veamos su ejemplo: Cristo no hizo lo mínimo para salvarnos, hubiera sido un redentor bastante raquítico. No. Por el contrario, Él entregó toda su sangre por cada uno de nosotros. En el evangelio de san Juan está escrito: “Habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo” (Jn. 13,1), y ese extremo fue la pasión, la cruz, la muerte y la resurrección. El modelo del cristiano – y su vía de auténtica felicidad – es Cristo y no el “fresco” dandy que se la pasa disfrutando haciendo slalom con las normas, sacándoles la vuelta.
2. Aprecio por la virtud de la castidad. La castidad es una virtud austera, que exige renuncia y en cuanto tal, es difícil de practicar. A muchos parece imposible de vivir e incluso nociva. Pero tenemos que fijarnos en la dimensión positiva de la castidad: es decir, la entrega del corazón a Jesucristo y el orden en el ejercicio de la sexualidad. En cuanto cristiano – soltero, casado y, cuanto más religioso o sacerdote – mi corazón pertenece a Cristo. En cuanto hombre cabal, debo someter mi pasión sexual al imperio de la razón, pues es más hombre quien controla sus pasiones que el que se deja dominar por ellas.
Apreciar la virtud de la castidad es verla como un ideal por el cual vale la pena luchar: sea que tenga intención de casarme, el ideal de poder llegar al matrimonio con un corazón limpio, que ha sabido ser fiel al amor de su vida y que sabrá en el matrimonio subordinar el sexo al amor espiritual. Sea que opte por la castidad “por el Reino de los Cielos” (Mt. 19,12). Sea incluso en el caso de que uno no logre casarse y se vea obligado a vivir en castidad en razón de las circunstancias. En este caso es necesario “hacer de la necesidad virtud”; es decir, el no poder casarse no es el peor mal de la vida, que habría de conducir al célibe fatalmente a la pérdida del sentido de la vida, al fracaso y a la frustración existencial. Esto no es así. Si Cristo y María, su Madre castísima, vivieron el ideal de la virginidad, sería un absurdo creer que la castidad es una desgracia en la vida. Tantos santos, tantos hombres de bien han optado libremente o a causa de las circunstancias a vivir la castidad, y su vida ha sido un camino de realización plena.
3. Aprecio por la belleza del amor humano: quienes viven la castidad por el Reino de los Cielos, no lo hacen por deporte o porque tengan una visión negativa del amor humano. El religioso o la consagrada no han dejado algo malo (el matrimonio y lo que ello conlleva) por algo bueno (la castidad en sí misma, considerada como fin y no como medio). No. Vivir la castidad consagrada es renunciar a algo bueno y santo, por algo mejor: el amor y la donación total a Jesucristo. El uso de la sexualidad dentro del matrimonio no es un pecado, sino que ha sido creado por Dios para que dos personas puedan manifestarse el amor en la donación íntima del propio cuerpo, y abiertos a la llegada de los hijos. La virtud de la castidad lleva a los esposos a hacer del acto conyugal un auténtico acto de caridad sobrenatural. Si una persona viviera la castidad como rechazo y desprecio de la dimensión sexual del amor, no sería una persona virtuosa, sino todo lo contrario.

Cuarto consejo: Fomento
Si realmente tengo aprecio sincero por algo, busco incrementarlo. Si tengo un negocio que me está dando ganancias, invierto para que me dé todavía más ganancias. No lo abandono, no me despreocupo de él. Es la ley del éxito de una empresa. Pasa exactamente lo mismo con la castidad. He dicho que la castidad es una virtud no sólo para los religiosos o monjas (que se comprometen bajo voto público), sino para todo cristiano – para todo ser humano digno – sea célibe o casado. Fomentar la castidad es promover todo lo que sea la consideración de la belleza del amor. ¿Qué significa esto?
1. Llenar el corazón de nobles ideales. Desear ser como Cristo que – como dice san Pedro – pasó haciendo el bien (cf. Hch. 10,38). ¿Qué más puedo hacer? Esta ha de ser nuestra pregunta cotidiana.

2. Lecturas que nos ayuden a vivir la virtud. No se trata de leer libros sobre la castidad, sino leer mucho sobre la vida cristiana. Sobre todo la lectura de la vida de santos es un estímulo. Leyendo las vidas de santos sentimos cómo nuestro corazón se llena de deseos de imitación, pues ellos son hombres como nosotros y tuvieron que luchar como nosotros para alcanzar las virtudes.

3. Vida de Sacramentos:
a. La confesión como un encuentro íntimo con la misericordia de Dios. Si supiéramos qué misterio subyace al sacramento de la penitencia, seríamos asiduos clientes del sacerdote. Confesarnos cuando hemos caído es importante, pues en la confesión recibimos la gracia perdida y volvemos a ser hijos amados de Dios. ¡Cuánto gozo habrá sentido el joven rico cuando su Padre lo estrechó entre sus brazos! (cf. Lc. 15). Si no hemos pecado gravemente y sólo tenemos pecados veniales, la confesión nos da un incremento de gracia y la fuerza para ser fiel a nuestros ideales cristianos. Además, la confesión es un gimnasio de humildad: sin Dios no podemos ser fieles, no podemos ser castos, ni en el matrimonio ni en la vida consagrada…
b. Eucaristía: el Pan Purísimo bajado del cielo. Recibir frecuentemente a Cristo Eucaristía será un estímulo para mantener el corazón limpio de impurezas y pecados.

4. Cultivo de las virtudes teologales, en especial de la virtud de la esperanza. ¿Qué significa la esperanza? Es la certeza, que me viene de la fe, de que Dios va a ser fiel a sus promesas y me dará el cielo. Lo dice san Pablo: “los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros” (Rm 8,18). Si yo me esfuerzo por vivir castamente, aunque sea difícil, aunque signifique renunciar a mi “modus vivendi”, aunque signifique cruz y abnegación, estoy dispuesto a luchar porque sé – tengo absoluta certeza – de que Jesús, que subió al cielo para prepararme una morada, está reservándome un tesoro en el cielo.

Quinto consejo: Cuidado
Esto es de sentido común. Huir de las ocasiones de caída. De acuerdo con san Francisco de Sales (citado en el libro de J. Tissot, “El arte de aprovechar nuestras faltas”) hay dos tentaciones que se vencen huyendo: las tentaciones contra la fe y las tentaciones contra la castidad. Si yo sé que ciertas compañías, que ciertos ambientes, que ciertas personas pueden hacerme naufragar, ¿para qué hacerme el “inocente” y creer que no pasa nada? Esto, sin embargo, sólo se entiende a la luz de los primeros principios vistos arriba: si yo aprecio el don de un corazón puro, si yo sé que todo es relativo de cara a la eternidad, entonces voy a actuar en consecuencia. No me voy a exponer a perder la gracia de Dios, que es lo más grande que poseo. En concreto:
1. Cuidar los ambientes: siempre será mejor no frecuentar aquellos lugares en donde sabemos que pueden naufragar los propósitos de fidelidad. Hay algunos lugares que en sí mismos son pecaminosos. No se debe acudir a espectáculos o casas en donde se fomente el vicio. Esto es obvio. Hay otros lugares que serán peligrosos, no en sí mismos, sino de acuerdo con la propia sensibilidad o con la situación existencial en la que se vive. El criterio fundamental para discernir es la honestidad: “yo sé que acudir a esta fiesta me causa problemas... pues no acudo, hago otra cosa”. En la medida de lo posible habría que evitar esos ambientes, aunque no siempre sea posible.

2. Cuidado de la vista: todo lo que entra por los ojos penetra en el corazón. A veces nos angustiamos por las tentaciones que nos azotan y nos preguntamos por qué no podemos ser fieles y puros como ángeles, por qué tenemos que luchar contra las mismas caídas, los mismos pecados, etc. Preguntémonos más bien: ¿qué miro? ¿A dónde se me van los ojos? ¿Dónde se fija mi mirada cuando miro a una mujer o a un hombre? ¿En qué “región” de la “geografía humana” se detienen mis ojos? Es necesario, por tanto, disciplinar nuestra mirada para fijarla sólo en aquello que vale la pena. En concreto:
a. Evitar siempre la pornografía. El cuerpo humano en sí mismo considerado es bello, sea femenino o masculino, porque ha sido creado por Dios. Cuando Dios creó a Adán y Eva, el escritor sagrado escribe: “Y Dios vio que era muy bueno”. Un ojo puro no pone maldad donde no la hay. Por el contrario, la pornografía busca siempre la excitación de las pasiones, las más de las veces por motivos económicos, utilizando a las personas como objeto de deleite sexual. El cuerpo del “otro” es siempre y sólo sujeto, nunca objeto.
b. Hoy en día el acceso a la pornografía es sumamente fácil: basta abrir Internet para encontrar todo tipo de imágenes eróticas. Aun cuando se proteja el acceso a través de un filtro – que siempre es recomendable –, es fácil que se cuelen las imágenes, a veces en páginas que nada tienen que ver con el erotismo. En muchos portales, entre el amplio espectro de accesos, no puede faltar nunca el link para “mayores de edad”.
c. Cuidado con la vista en la contemplación de personas de otro sexo. Hay sujetos que cuando ven pasar a una mujer hacen todo un análisis de geografía humana. Esta falta de control lleva después a llenar el corazón de “toxinas espirituales”, a crear una mentalidad que se detiene sólo en el cuerpo del otro, sin atender al corazón.

3. Cuidado del tacto:
a. Atención a las manifestaciones de afecto demasiado íntimas que podrían llevar a faltar a la castidad. Vale aquí la expresión del P. Jorge Loring sobre el baile: ciertamente importa la intención del sujeto, también la intención de la sujeta, pero sobre todo importa “cómo el sujeto sujete a la sujeta”. En el matrimonio hay una donación de alma y de cuerpo, por lo que el cuerpo ya no pertenece a sí sino a otra persona. Es una donación mutua y es una posesión determinada sólo por el amor y jamás por el dominio, precisamente porque no se trata sólo de un cuerpo, sino de un cuerpo espiritualizado. Por ello, “tocar” el cuerpo de la otra persona, sobre todo sus partes íntimas, es hacer un abuso, pues esta posibilidad compete sólo a su “dueño”, es decir, al esposo o a la esposa.
b. El cuidado del tacto se refiere también al propio cuerpo. Desde el punto de vista de la fe, mi cuerpo es templo del Espíritu y, por la gracia, la Santísima Trinidad habita en mi cuerpo como en un templo. El cristiano no desprecia el cuerpo y la sexualidad, sino todo lo contrario. Es tal la dignidad de mi cuerpo – templo de la Santísima Trinidad – que tengo que esmerarme por mantenerlo digno y “ordenado”. Esto significa que el propio cuerpo se debe tocar con respeto y no desordenadamente. Tocarse sólo por motivos higiénicos, para asearlo y poco más.

4. Cuidado de las personas: no hemos de ser ingenuos en el tema de la castidad. No todos piensan que la continencia sexual es un bien deseable. Se podría decir que sólo una mínima parte de los hombres y mujeres de hoy ven con buenos ojos la castidad. Quien quiere ser célibe tiene que luchar constantemente contra las trampas y asechanzas que otros pondrán a la vivencia de la virtud. Habrá personas que rechazarán nuestro deseo de castidad porque este testimonio les hiere profundamente. Por lo tanto:
a. Atento a los amigos que ridiculizarán nuestros propósitos y nos invitarán a transgredir la norma moral, a echar “una cana al aire”. Es necesario ser firmes en las propias convicciones y perseverar. Cuando vean que somos inflexibles, nos dejarán en paz.
b. Atención a aquella persona que se me cruzará en el camino. Si yo ya soy casado, la castidad me llevará a evitar el trato demasiado íntimo con quien no me has comprometido de por vida. Ya lo dice el refrán: “el hombre es fuego, la mujer estopa, llega el diablo y sopla”. Simplemente no te acerques al fuego. Si soy consagrado, vale lo mismo. El orden sacerdotal o los votos religiosos no quitan las tendencias, no convierten al hombre en ángel: hay que vigilar y no exponerse a la tentación manteniendo un trato afectivo poco conveniente con personas de otro sexo. El sacerdote no debería estar abrazando o besando a mujeres, por muy “santo” que éste sea y por muy piadosa que sea la “feligresa”, y lo mismo dígase de la religiosa o monja. Porque de una relación puramente espiritual se puede llegar a situaciones lamentables por falta de cuidado. La recomendación de origen agustiniano vale para todos: “el amor espiritual conduce al afectuoso, el amor afectuoso conduce al obsequioso, el obsequioso al familiar y el familiar conduce al amor carnal.

5. Cuidado con los pensamientos: Finalmente para proteger la castidad, tengo que velar sobre mis pensamientos. La imaginación es la “loca de la casa” como decía santa Teresa. La divagación mental, el desorden interior, lleva muchas veces indefectiblemente a los pensamientos impuros. Ahora bien, dado que vivimos en una sociedad en la que casi todo nos habla de sexo, podemos sufrir los embates de la cultura imperante y ser golpeados por imágenes, recuerdos, imaginaciones, deseos bajos, etc. A veces estos pensamientos pueden ser muy insistentes. Aquí la solución es la sugerida un poco más arriba: estas tentaciones se vencen huyendo. Más que reprimir esos pensamientos, tenemos que distraerlos e ignorarlos. Ocurre como cuando nos asaltan las moscas un día de calor. Rondan las moscas, por la cara, las manos, de nuevo la cara, la nariz, la cabeza y de nuevo la cara... Uno normalmente no entra en crisis existencial porque le fastidia una mosca. Si lo que hago copa mi atención, espantaré a las moscas sin darle mayor importancia. Así también cuanto noa asalten las imaginaciones impuras: distraernos con algo que nos guste. Muchas veces no será algo espiritual. Puede ser el fútbol, el deporte, repasar los estudios, hacer ecuaciones matemáticas, etc. Lo que sea, con tal de que sea honesto y nos distraiga de los pensamientos impuros.
La castidad no es una virtud de ángeles, sino de hombres. No desnaturaliza a la persona, sino que encauza las tendencias para que el ejercicio de las mismas conduzca al verdadero bien del hombre. La castidad no es una virtud sólo de los consagrados, sino un modo de vivir de todo cristiano y de todo hombre cabal. No es más feliz quien rechaza la castidad, sino quien la vive de acuerdo con su estado de vida. Llevada – a veces sufrida – con sentido sobrenatural es fuente de amor y de entrega generosa. El hombre casto, la mujer casta, cuando viven la castidad “en cristiano”, alcanzan la plenitud del amor, porque la castidad no es otra cosa que el amor, vivido con totalidad. Vale la pena, pues, ser castos, ya sea en el matrimonio, ya sea en la vida consagrada, ya sea en el noviazgo... La castidad es la virtud que integra la sexualidad en el grande horizonte del amor verdadero que tiende a Dios como Objeto y fin último, y que permite amar al prójimo ordenadamente, como a uno mismo, e incluso mejor: como Cristo nos amó.

AUTOR DEL ARTÍCULO: P. Marcelo Bravo, L.C. (Profesor de filosofía de la religión, UPRA. Roma).

martes, 7 de julio de 2009

MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II AL OBISPO DE ALBANO CON OCASIÓN DEL CENTENARIO DE LA MUERTE DE SANTA MARÍA GORETTI

1. Hace cien años, el 6 de julio de 1902, en el hospital de Nettuno, moría María Goretti, bárbaramente apuñalada el día anterior en la aldea de Le Ferriere, en el Agro pontino. Por su historia espiritual, por la fuerza de su fe y por la capacidad de perdonar a su asesino se sitúa entre las santas más amadas del siglo XX. Por tanto, oportunamente, la Congregación de la Pasión de Jesucristo, a la que se ha confiado la atención del santuario en el que descansan los restos de la santa, ha querido celebrar con particular solemnidad este aniversario.
Santa María Goretti fue una muchacha a la que el Espíritu de Dios dio la valentía de permanecer fiel a la vocación cristiana hasta el sacrificio supremo de su vida.
La joven edad, la falta de instrucción escolar y la pobreza del ambiente en el que vivía no impidieron a la gracia manifestar en ella sus prodigios. Más aún, precisamente en esas condiciones se manifestó de modo elocuente la predilección de Dios por las personas humildes. Vuelven a la memoria las palabras con las que Jesús bendice al Padre celestial por haberse revelado a los pequeños y a los sencillos, más bien que a los sabios y a los inteligentes del mundo (cf. Mt 11, 25).
Se ha observado con razón que el martirio de santa María Goretti inauguró el que se llamaría siglo de los mártires. Y precisamente desde esta perspectiva, al término del gran jubileo del año 2000, subrayé que "la viva conciencia penitencial no nos ha impedido dar gloria al Señor por todo lo que ha obrado a lo largo de los siglos, y especialmente en el siglo que acabamos de concluir, concediendo a su Iglesia una gran multitud de santos y mártires" (Novo millennio ineunte, 7).

2. María Goretti, nacida en Corinaldo, en Las Marcas, el 16 de octubre de 1890, tuvo que emprender muy pronto, junto con su familia, el camino de la emigración, llegando, tras varias etapas, a Le Ferriere de Conca, en el Agro pontino. A pesar de las dificultades de la pobreza, que no le permitieron ni siquiera ir a la escuela, la pequeña María vivía en un ambiente familiar sereno y unido, animado por la fe cristiana, donde los hijos se sentían acogidos como un don y eran educados por los padres en el respeto a sí mismos y a los demás, así como en el sentido del deber cumplido por amor a Dios. Esto permitió a la niña crecer de modo sereno, cultivando una fe sencilla, pero profunda. La Iglesia ha reconocido siempre a la familia la función de lugar primero y fundamental de santificación para cuantos forman parte de ella, comenzando por los hijos.
En ese ambiente familiar, María asimiló una sólida confianza en el amor providente de Dios, confianza que se manifestó particularmente en el momento de la muerte de su padre, a causa de la malaria. "¡Ánimo, mamá, Dios nos ayudará!", dijo la niña en aquellos momentos difíciles, reaccionando con fuerza al grave vacío producido en ella por la muerte de su padre.

3. En la homilía para su canonización, el Papa Pío XII, de venerada memoria, definió a María Goretti como "la pequeña y dulce mártir de la pureza" (cf. Discorsi e Radiomessaggi, XII [1950-1951] 121), porque, a pesar de la amenaza de muerte, fue fiel al mandamiento de Dios.
¡Qué luminoso ejemplo para la juventud! A la mentalidad de apatía, que impregna a gran parte de la sociedad y de la cultura de nuestro tiempo, le cuesta a veces comprender la belleza y el valor de la castidad. El comportamiento de esta joven santa denota una percepción elevada y noble de su propia dignidad y de la ajena, que se reflejaba en las opciones diarias, confiriéndoles plenitud de sentido humano. ¿No es una lección de gran actualidad? Ante una cultura que sobrevalora el aspecto físico en las relaciones entre el hombre y la mujer, la Iglesia sigue defendiendo y promoviendo el valor de la sexualidad como factor que comprende todos los aspectos de la persona y que, por tanto, debe vivirse con una actitud interior de libertad y de respeto recíproco, a luz del designio originario de Dios. Desde esta perspectiva, la persona se descubre destinataria de un don y llamada a hacerse, a su vez, don para el otro.
En la carta apostólica Novo millennio ineunte afirmé que "en la visión cristiana del matrimonio, la relación entre un hombre y una mujer -relación recíproca y total, única e indisoluble- responde al proyecto originario de Dios, ofuscado en la historia por la "dureza de corazón", pero que Cristo vino a restaurar en su esplendor originario, revelando lo que Dios quiso "desde el principio" (cf. Mt 19, 8). Además, en el matrimonio, elevado a la dignidad de sacramento, se expresa el "gran misterio" del amor esponsal de Cristo a su Iglesia (cf. Ef 5, 32)" (n. 47).
Es innegable que son muchas las amenazas que se ciernen actualmente sobre la unidad y la estabilidad de la familia. Pero, afortunadamente, junto a ellas hay una renovada conciencia de los derechos de los hijos a ser educados en el amor, protegidos de todo tipo de peligros y formados para que afronten a su vez la vida con confianza y fortaleza.

4. Merece también particular atención, en el testimonio heroico de la santa de Le Ferriere, el perdón ofrecido a su asesino y el deseo de volver a encontrarse con él, un día, en el paraíso. Se trata de un mensaje espiritual y social de extraordinaria importancia para nuestro tiempo.El reciente gran jubileo del año 2000, entre otros aspectos, se caracterizó por un profundo llamamiento al perdón, en el marco de la celebración de la misericordia de Dios. La indulgencia divina por las miserias humanas es un exigente modelo de comportamiento para todos los creyentes. El perdón, en el pensamiento de la Iglesia, no significa relativismo moral o permisivismo.Al contrario, requiere el reconocimiento pleno de la propia culpa y la aceptación de las propias responsabilidades, como condición para recuperar la verdadera paz y reanudar confiadamente el propio camino hacia la perfección evangélica.
Ojalá que la humanidad avance con decisión por la senda de la misericordia y del perdón. El asesino de María Goretti reconoció la culpa cometida, pidió perdón a Dios y a la familia de la mártir, expió con convicción su crimen y durante toda su vida mantuvo esta disposición de espíritu. La madre de la santa, por su parte, le ofreció sin reticencias el perdón de la familia en la sala del tribunal donde se celebró el proceso. No sabemos si fue la madre quien enseñó el perdón a su hija, o si el perdón ofrecido por la mártir en su lecho de muerte determinó el comportamiento de su madre. Sin embargo, es cierto que el espíritu del perdón animaba las relaciones de toda la familia Goretti y, por esta razón, pudo expresarse con tanta espontaneidad en la mártir y en su madre.

5. Cuantos conocían a la pequeña María, el día de su funeral decían: "Ha muerto una santa". Su culto ha ido difundiéndose en todos los continentes, suscitando por doquier admiración y sed de Dios. En María Goretti resplandece el radicalismo de las opciones evangélicas, no impedido, sino más bien confirmado por los inevitables sacrificios que exige la pertenencia fiel a Cristo.
Señalo el ejemplo de esta santa especialmente a los jóvenes, que son la esperanza de la Iglesia y de la humanidad. Al aproximarse ya la XVII Jornada mundial de la juventud, deseo recordarles lo que escribí en el mensaje dirigido a ellos como preparación para este acontecimiento eclesial tan esperando: "En el corazón de la noche podemos sentir temor e inseguridad, esperando sólo con impaciencia la llegada de la luz de la aurora. Queridos jóvenes, a vosotros os corresponde ser los centinelas de la mañana (cf. Is 21, 11-12) que anuncian la llegada del sol, que es Cristo resucitado" (n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de agosto de 2001, p. 3).
Caminar tras las huellas del divino Maestro entraña siempre una decidida toma de posición por él. Es preciso comprometerse a seguirlo dondequiera que vaya (cf. Ap 14, 4). Sin embargo, en este camino los jóvenes saben que no están solos. Santa María Goretti y los numerosos adolescentes que a lo largo de los siglos han pagado con el martirio su adhesión al Evangelio están a su lado para infundir en su corazón la fuerza de permanecer firmes en la fidelidad. Así podrán ser los centinelas de una radiante mañana, iluminada por la esperanza. ¡La Virgen santísima, Reina de los mártires, interceda por ellos!
Al elevar esta súplica, me uno espiritualmente a todos los que participarán en las celebraciones jubilares durante este centenario, y le envío a usted, venerado pastor diocesano, a los beneméritos padres pasionistas que atienden el santuario de Nettuno, a los devotos de santa María Goretti, y en particular a los jóvenes, una especial bendición apostólica, prenda de abundantes favores celestiales.
Vaticano, 6 de julio de 2002

martes, 30 de junio de 2009

¿ALEJAMOS O ACERCAMOS A CRISTO?

ME PARECIÓ MUY INTERESANTE ESTE ARTÍCULO:

Sabemos que Cristo es el centro de los corazones, la plena realización del hombre, el Salvador del mundo, el Amigo que anhelamos desde lo más profundo de nuestro ser. Sabemos, además, que millones de seres humanos buscan, de modo casi errático, otras aguas, otros “salvadores”, otras esperanzas. Pero no encuentran la verdad, no consiguen la paz, porque están lejos de Cristo. Cristo va detrás de la oveja perdida, sigue las huellas de cada uno de sus hijos. Pero hay hijos que prefieren seguir en el mundo de la mentira en vez de caminar hacia la Verdad del Amor de Dios. Tenemos claro todo lo anterior. Pero muchas veces, los católicos no somos capaces de ayudar a la gente a encontrarse con Cristo. Incluso a veces alejamos a la gente, les impedimos llegar a Cristo. ¿Por qué? ¿Qué nos ocurre? ¿Dónde está el fallo? La respuesta no es fácil. A veces no podemos acercar a alguien a Cristo porque, simplemente, nosotros estamos muy lejos del Señor. Nos decimos católicos por la cultura, por la tradición, “de nombre”. Creemos que basta con ir a misa los domingos (no todos, por desgracia), con la confesión una vez al año y lo más rápido posible, con llevar a los hijos al bautizo y a los difuntos a un funeral católico. Pero hacemos eso sin el corazón, sin la fuerza de quien de verdad sabe que Cristo perdona, salva, nos ama y nos conoce profundamente. ¿Es que puede convencer de Cristo uno que tiene al Señor como un objeto de adorno en alguna pared de su casa mientras luego no es capaz de iluminar su vida con las bellezas que nos ofrece el Evangelio? Otras veces no acercamos a Cristo porque proponemos un Cristo falso. Tenemos miedo de hablar de Jesús, creemos que la gente no está preparada para comprender que Él es el Hijo de Dios. Entonces, algunos organizan cursos de autoestima vacíos de la verdadera caridad cristiana, conferencias sobre programación neurolingüística, explicaciones del reiki y de todo tipo de doctrinas confusas y con elementos claramente anticristianos, como si así se ayudase a las personas a acercarse a Cristo, cuando lo único que se logra es crear confusión y, muchas veces, alejar del Maestro. Ofrecer pseudociencias y pseudoprácticas psicológicas no sólo no prepara al Evangelio, sino que muchas veces hace que las personas nos digan un educado “adiós”. Les damos lo que ya el mundo les ofrece sin Cristo, les proponemos lo que una sociedad materialista y relativista difunde todos los días con una insistencia casi obsesiva. Otras veces no acercamos a Cristo porque caemos en actitudes de desprecio, de altanería, de soberbia, de condena. Acusamos a los demás de herejes, les repetimos una y otra vez que son sinvergüenzas, apóstatas, miserables, sincretistas, adúlteros, lujuriosos, avaros... y toda una lista de adjetivos despectivos. Muchas veces no insultamos con los labios (quien tiene un mínimo de educación no llega al insulto fácil), pero sí con el corazón. Y quien recibe nuestra mirada nota una condena, siente que falta amor en nuestras almas. La clave para acercar a alguien a Cristo consiste simplemente en Cristo. No es un error: si Dios es Amor, y si Cristo es Dios, la clave está en el Amor, está en Cristo que es Amor. Ofrecemos realmente a Cristo a un alma atribulada, a un esposo infiel, a una mujer que ha abortado, a un empresario que ha cometido fraudes, a un político oportunista, a un joven arruinado por la droga o el alcohol... cuando nuestros ojos y nuestro corazón penetran en el otro con la misma dulzura, mansedumbre, humildad y benevolencia de Jesús de Nazaret. Eso es posible si nosotros vivimos ya dentro de ese Amor, si estamos locos de alegría al recordar una y otra vez que quien murió en el Calvario quería perdonar nuestros pecados y darnos la vida de gracia, si sentimos que hay un lugar para nosotros, para mí, en el cielo. Para mí... y para tantos hombres y mujeres con los que me cruzo cada día, y que tienen un hambre profunda de cariño, de comprensión, de acogida, de respeto que va más allá del pecado para convertirse en inicio de salvación. Todos estamos llamados a acercarnos a Cristo y a acercar a los demás al Señor. Dios mismo desea encontrarse con cada uno de sus hijos. Dios nos ama, desde la grandeza de su misterio eterno, desde la sencillez del llanto de un Niño nacido en Belén, desde la mansedumbre de un Cordero que dio su vida por nosotros en el Calvario. Hoy puedo acercar algún corazón al tesoro más grande, al Amor eterno, a la dicha completa. Porque ese corazón lo necesita, porque Dios ya lo está buscando, porque mi pobre vida también quiere unirse a ese abrazo que puede producirse gracias a mi sonrisa, a mi afecto, a mis deseos sinceros de acercar, al menos a un poquito, a alguien al Maestro.

P. Fernando Pascual L.C