martes, 15 de diciembre de 2009

CONFESIÓN, CARICIA DEL PERDON DE DIOS

Acercándonos al encuentro con Jesús Redentor en Navidad, es asunto de fuerte responsabilidad peguntarnos: ¿estoy yo preparado para encontrarme con Cristo Salvador?
El Papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica “Reconciliación y Penitencia” nos dice: “Es necesario hacer a los fieles una catequesis lo más esmerada posible acerca del Sacramento de la Penitencia”.
Y nos enseña el Mismo Papa:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lc 15, 21).
Mientras el hombre no se reconozca pecador, no irá a la Confesión. Somos pecadores. No perder nunca la conciencia del pecado. Nadie se acercará a la Confesión si primero no se reconoce pecador. Es la experiencia ejemplar de David, quien, después de haber hecho lo que al Señor le parece mal, al ser reprendido por el profeta Natán, exclama: “Yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces” (Sal 50, 5ss).
También fue así la experiencia del hijo pródigo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lc 15, 21).
Por eso, para un cristiano no hay otro medio ordinario para recibir el perdón de los pecados que a través del Sacramento de la Confesión, que ofrece la Iglesia con tanto amor y generosidad.
Después de reconocerse pecador, el hombre debe acercarse al Dios de la misericordia, con humildad, sinceridad, arrepentimiento, que le perdonará a través del ministerio de la Iglesia.
Cristo ha confiado a la Iglesia el ministerio de la reconciliación. Es un servicio que debe hacer la Iglesia
El sacerdote Confesor actúa “in persona Christi”, en la persona de Cristo. Cristo, a quien el Sacerdote Confesor hace presente, y que por su medio realiza el ministerio del perdón de lo pecados, es el que aparece como “hermano” del hombre, pontífice misericordioso, fiel y compasivo pastor, decidido a buscar la oveja perdida, médico que cura y conforta, maestro único que enseña la verdad e indica los caminos de Dios, juez de los vivos y de los muertos, que juzgan según la verdad y no según las apariencias.
Con la Confesión, el pecador se reconcilia con el Padre, se reintegra a la Comunión Eclesial con los hermanos que había roto con el pecado, recobra la paz consigo mismo, y escucha del Confesor “firme, alentador y amigable”: “Anda, y en adelante no peques más”.

1 comentario:

  1. ¡Feliz Navidad para ti! Que la paz y el amor inunden tu vida hoy y siempre ;-)

    Los mejores deseos para ti y los tuyos.

    Un abrazo cariñoso.

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