
“Hermano mío y hermana mía, tú tienes “un valor tan grande para Dios que se hizo hombre para poder com-padecer(padecer con) Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre, como nos manifiesta el relato de la Pasión de Jesús”.
“En cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y el padecer; de ahí se difunde en cada sufrimiento el consuelo del amor participado de Dios y así aparece la estrella de la esperanza”. “Con esta esperanza en el corazón, podrás salir de las arenas movedizas de la enfermedad y de la muerte, y permanecer de pie sobre la roca firme del amor divino.
En otras palabras, podrás superar la sensación de la inutilidad del sufrimiento que consume interiormente a las personas y las hace sentirse un peso para los otros, cuando, en realidad, vivido con Jesús, el sufrimiento sirve para la salvación de los hermanos”. “Esto es posible, porque las fuentes de la fuerza divina manan precisamente en medio de la debilidad humana”.
“Jesús dice a cada enfermo: “Ven conmigo. Participa con tu sufrimiento en esta obra de la salvación del mundo, que se realiza mediante mi sufrimiento, por medio de mi Cruz. A medida que abraces tu cruz, uniéndote espiritualmente a la mía, se develará a tus ojos el significado salvífico del sufrimiento. Encontrarás, en medio del sufrimiento, la paz interior e incluso la alegría espiritual”.
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