jueves, 16 de abril de 2009

NECESIDAD DE LA ORACIÓN

Cuando yo era un joven sacerdote, durante dos años estuve en crisis y no rezaba el rosario ni el Oficio divino ni hacía oración. Creía que era perder el tiempo, porque no sentía nada y tenía mucho que hacer en la parroquia. Pero, cuando ya empecé a sentir deseos de dejar el sacerdocio, porque creía que podía hacer mucho más por los demás, viviendo mi propia vida en el mundo... Entonces, antes de dar el paso definitivo, tuve una brillante idea, creo que inspirada por mi ángel, de pedir oraciones a cuatro conventos de clausura. Y me olvidé... Pero Dios no olvida, toma en serio nuestra oración; y, sin darme cuenta, poco a poco, fui recuperando la fe y el deseo de orar, asistiendo a grupos carismáticos.Ahora, con la perspectiva de los años, me doy cuenta de que la gran lección que aprendí es que nunca debo dejar la oración, porque me pierdo.
Cualquier santo, por más santo que sea, si quiere dejar de serlo en el más breve tiempo posible, no tiene más que dejar la oración. En cambio, un pecador que quiera ser santo, lo primero por donde debe empezar es por la oración sincera de todos los días.En este momento, me vienen a la mente tantos miles de sacerdotes y religiosas que, a lo largo de los años, han abandonado su vocación. Quisiera poder preguntarles a a cada uno: “¿Dónde dejaron su oración?” Porque se puede ser cumplidor “material” de los tiempos de oración, asistiendo a la capilla, a disgusto, sin poner de nuestra parte, leyendo libros que no le llegan al alma o preparando homilías, charlas etc., pero eso no es oración. La oración es amor y, si no hay comunicación personal con Dios, aunque hayamos estado “en oración”, hemos estado “sin oración” y sin amor, con el alma vacía. Eso es lo mismo que ir al comedor y no comer. Si no comemos, si no oramos, porque no tenemos tiempo o por lo que sea, ¿qué podemos esperar?
Busca a Dios en el silencio. Dios es amigo del silencio.Nunca dejes la oración. Se cuenta que el diablo en una oportunidad no podía entrar en un convento, porque todos sus frailes eran observantes y no aceptaban sus insinuaciones para pecar, y lo expulsaban y le cerraban las puertas. Pero un día cambió de táctica y, en vez de insinuarles que hicieran cosas malas, les fue inspirando hacer muchas cosas buenas, como trabajar en la huerta, predicar, dar charlas y retiros, tener reuniones y misas por todas partes, etc., de modo que no tenían tiempo para orar y, cuando iban a la oración, estaban tan cansados, que se dormían. Y, de esta manera, se fue apagando poco a poco el fervor de aquel convento y así pudo entrar y crear divisiones y desanimarlos en su vocación.Trabajar y trabajar por el Señor sin oración, es la herejía de la acción. Muchos sacerdotes y religiosas han abandonado su vocación, porque decían: “Todo lo que hago es oración, todo el día estoy hablando de Dios, todo lo que hago es para Dios”. Pero una cosa muy distinta es hablar de Dios y otra es hablar con Dios. De la misma manera, un casado que trabajara doce horas diarias, incluidos los domingos, y no tuviera tiempo para hablar con su esposa, estaría perdiendo a su esposa. No basta trabajar para la esposa, hay que hablar con ella y demostrarle amor.
No tener tiempo para orar, es no tener tiempo para amar; y sin amor y sin oración, la vida está vacía. Hasta los casados necesitan tener tiempo para orar, pues de otro modo, sus corazones se sentirán vacíos, al faltarles el amor de Dios, y entonces... todo puede suceder.
Una cosa, que siempre me ha llamado la atención, es que todos los santos sin excepción han sido muy devotos de María. Así que, si quieres ser santo, tampoco desprecies la ayuda que Dios te quiere dar por medio de María. Invócala como a una Madre cariñosa, conságrate a Ella, ofrécele cada día el santo rosario, y así sentirás palpablemente su protección y su amor de Madre. Yo siempre le tuve mucha devoción, ¿no pudo ser Ella quien salvó mi sacerdocio? Yo así lo creo. Te recomiendo consagrarte a María y por María conságrate a Jesús, para hacer de Jesús el centro de tu vida. Jesús te espera siempre como un amigo en la Eucaristía. Ten con Él los mismos sentimientos y actitudes que tendrías con una persona, a quien amas mucho. ¿Cuántos besos le has dado a Jesús en esta semana o en este día en alguna imagen? ¿Has comulgado? ¿Le ofreces todas tus cosas como flores de amor?Dile que lo amas con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser. Entrégate a Él en cuerpo y alma. Ríndete a sus pies, porque Él es tu Dios. Y dile ahora:
"Jesús de mi vida y de mi corazón, en este momento de mi vida, quiero darte mi corazón entero. Mi corazón es para Ti y solamente para Ti. Por medio de María me consagro a Ti y quiero que Tú seas el Señor y el Rey de mi vida. Te amo, Jesús, y quiero amarte sin cesar todos los días de mi vida. Todo mi amor para Ti. Amén”.
P.Angel Peña

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