Ser misionero es dejarlo todo y seguir a Cristo a donde Él nos envíe para salvarle almas. Y todos debemos ser misioneros. Jesús nos dice a todos: “Id por el mundo entero y predicad el evangelio a toda criatura” (Mc 16,15). Y, si no podemos ir a tierras lejanas a predicar, sí podemos ser misioneros y llegar al mundo entero con nuestra oración y nuestros sufrimientos, ofrecidos generosamente por la salvación de los demás. El apostolado de la oración llega hasta los confines del mundo y los enfermos misioneros pueden salvar tantas almas o más que los misioneros de vida activa. Por eso, la Iglesia ha nombrado a Santa Teresita del Niño Jesús como patrona de las misiones, a pesar de que nunca salió de su convento y murió a los 24 años de tuberculosis. Pero su vida estuvo llena de amor y de oración por las misiones y los misioneros y, por eso, la Iglesia nos la presenta como ejemplo junto al apóstol San Francisco Javier, que llegó predicando hasta las puertas de China. De hecho, todos los santos, sin excepción, han sido misioneros, es decir, se han preocupado por la salvación de los demás, aunque hayan vivido en el desierto. Su vida, aunque solitaria, tenía una dimensión católica, es decir, universal. Y viviendo solos, vivían en unión y amor con la humanidad de todos los tiempos y oraban por ella. Ser católico de verdad es tener una dimensión universal en la vida. Ser católico es ofrecer tu vida por la salvación de los demás, empezando por tu propia familia, sin olvidarte de las almas del purgatorio. Por eso, te digo en nombre de Dios: “Abre tu vida a las dimensiones del mundo. No te encierres dentro de ti mismo y de tu familia. Abre los ojos y mira cuántos hermanos tuyos te necesitan para salvarse. Ora, sufre y trabaja por su salvación. Dios lo quiere. Dios quiere que seas misionero, aunque estés enfermo o en silla de ruedas. Porque ser cristiano es ser misionero”.Que seas un misionero santo.
P.Angel Peña
jueves, 16 de abril de 2009
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